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5 abr 2014
8 mar 2014
[TEXTO COMPLETO] Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2014
![[TEXTO COMPLETO] Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2014 [TEXTO COMPLETO] Mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2014](http://www.aciprensa.com/imagespp/size500/Cuaresma_2014.jpg)
VATICANO, 04 Feb. 14 / 10:20 am (ACI/EWTN Noticias).- Hoy se dio a conocer el mensaje del Papa Francisco para la Cuaresma 2014, el primero de su pontificado para este tiempo de la liturgia de la Iglesia, que ha titulado “Se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (cfr. 2 Cor 8, 9).
A continuación el texto completo del mensaje. Si desea descargarlo en PDF, haga click en este enlace:http://www.aciprensa.com/Docum/MensajeCuaresma2014.pdf
Queridos hermanos y hermanas:
Con ocasión de la Cuaresma os propongo algunas reflexiones, a fin de que os sirvan para el camino personal y comunitario de conversión. Comienzo recordando las palabras de San Pablo: «Pues conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre por vosotros para enriqueceros con su pobreza» (2 Cor 8, 9). El Apóstol se dirige a los cristianos de Corinto para alentarlos a ser generosos y ayudar a los fieles de Jerusalén que pasan necesidad. ¿Qué nos dicen, a los cristianos de hoy, estas palabras de San Pablo? ¿Qué nos dice hoy, a nosotros, la invitación a la pobreza, a unavida pobre en sentido evangélico?
La gracia de Cristo
Ante todo, nos dicen cuál es el estilo de Dios. Dios no se revela mediante el poder y la riqueza del mundo, sino mediante la debilidad y la pobreza: «Siendo rico, se hizo pobre por vosotros…». Cristo, el Hijo eterno de Dios, igual al Padre en poder y gloria, se hizo pobre; descendió en medio de nosotros, se acercó a cada uno de nosotros; se desnudó, se "vació", para ser en todo semejante a nosotros (cfr. Flp 2, 7; Heb 4, 15). ¡Qué gran misterio la encarnación de Dios! La razón de todo esto es el amor divino, un amor que es gracia, generosidad, deseo de proximidad, y que no duda en darse y sacrificarse por las criaturas a las que ama.
La caridad, el amor es compartir en todo la suerte del amado. El amor nos hace semejantes, crea igualdad, derriba los muros y las distancias. Y Dios hizo esto con nosotros. Jesús, en efecto, «trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros excepto en el pecado» (Conc. Ecum. Vat. II, Const. past. Gaudium et spes, 22).
La finalidad de Jesús al hacerse pobre no es la pobreza en sí misma, sino —dice San Pablo— «...para enriqueceros con su pobreza». No se trata de un juego de palabras ni de una expresión para causar sensación. Al contrario, es una síntesis de la lógica de Dios, la lógica del amor, la lógica de la Encarnación y la Cruz. Dios no hizo caer sobre nosotros la salvación desde lo alto, como la limosna de quien da parte de lo que para él es superfluo con aparente piedad filantrópica.
¡El amor de Cristo no es esto! Cuando Jesús entra en las aguas del Jordán y se hace bautizar por Juan el Bautista, no lo hace porque necesita penitencia, conversión; lo hace para estar en medio de la gente, necesitada de perdón, entre nosotros, pecadores, y cargar con el peso de nuestros pecados. Este es el camino que ha elegido para consolarnos, salvarnos, liberarnos de nuestra miseria. Nos sorprende que el Apóstol diga que fuimos liberados no por medio de la riqueza de Cristo, sino por medio de su pobreza. Y, sin embargo, San Pablo conoce bien la «riqueza insondable de Cristo» (Ef 3, 8), «heredero de todo» (Heb 1, 2).
¿Qué es, pues, esta pobreza con la que Jesús nos libera y nos enriquece? Es precisamente su modo de amarnos, de estar cerca de nosotros, como el buen samaritano que se acerca a ese hombre que todos habían abandonado medio muerto al borde del camino (cfr. Lc 10, 25ss). Lo que nos da verdadera libertad, verdadera salvación y verdadera felicidad es su amor lleno de compasión, de ternura, que quiere compartir con nosotros.
La pobreza de Cristo que nos enriquece consiste en el hecho que se hizo carne, cargó con nuestras debilidades y nuestros pecados, comunicándonos la misericordia infinita de Dios. La pobreza de Cristo es la mayor riqueza: la riqueza de Jesús es su confianza ilimitada en Dios Padre, es encomendarse a Él en todo momento, buscando siempre y solamente su voluntad y su gloria. Es rico como lo es un niño que se siente amado por sus padres y los ama, sin dudar ni un instante de su amor y su ternura.
La riqueza de Jesús radica en el hecho de ser el Hijo, su relación única con el Padre es la prerrogativa soberana de este Mesías pobre. Cuando Jesús nos invita a tomar su "yugo llevadero", nos invita a enriquecernos con esta "rica pobreza" y "pobre riqueza" suyas, a compartir con Él su espíritu filial y fraterno, a convertirnos en hijos en el Hijo, hermanos en el Hermano Primogénito (cfr Rom 8, 29).
Se ha dicho que la única verdadera tristeza es no ser santos (L. Bloy); podríamos decir también que hay una única verdadera miseria: no vivir como hijos de Dios y hermanos de Cristo.
Nuestro testimonio
Podríamos pensar que este "camino" de la pobreza fue el de Jesús, mientras que nosotros, que venimos después de Él, podemos salvar el mundo con los medios humanos adecuados. No es así. En toda época y en todo lugar, Dios sigue salvando a los hombres y salvando el mundo mediante la pobreza de Cristo, el cual se hace pobre en los Sacramentos, en la Palabra y en su Iglesia, que es un pueblo de pobres. La riqueza de Dios no puede pasar a través de nuestra riqueza, sino siempre y solamente a través de nuestra pobreza, personal y comunitaria, animada por el Espíritu de Cristo.
A imitación de nuestro Maestro, los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas. La miseria no coincide con la pobreza; la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza. Podemos distinguir tres tipos de miseria: la miseria material, la miseria moral y la miseria espiritual.
La miseria material es la que habitualmente llamamos pobreza y toca a cuantos viven en una condición que no es digna de la persona humana: privados de sus derechos fundamentales y de los bienes de primera necesidad como la comida, el agua, las condiciones higiénicas, el trabajo, la posibilidad de desarrollo y de crecimiento cultural. Frente a esta miseria la Iglesia ofrece su servicio, su diakonia, para responder a las necesidades y curar estas heridas que desfiguran el rostro de la humanidad.
En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto, es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir.
No es menos preocupante la miseria moral, que consiste en convertirse en esclavos del vicio y del pecado. ¡Cuántas familias viven angustiadas porque alguno de sus miembros —a menudo joven— tiene dependencia del alcohol, las drogas, el juego o la pornografía! ¡Cuántas personas han perdido el sentido de la vida, están privadas de perspectivas para el futuro y han perdido la esperanza! Y cuántas personas se ven obligadas a vivir esta miseria por condiciones sociales injustas, por falta de un trabajo, lo cual les priva de la dignidad que da llevar el pan a casa, por falta de igualdad respecto de los derechos a la educación y la salud. En estos casos la miseria moral bien podría llamarse casi suicidio incipiente.
Esta forma de miseria, que también es causa de ruina económica, siempre va unida a la miseria espiritual, que nos golpea cuando nos alejamos de Dios y rechazamos su amor. Si consideramos que no necesitamos a Dios, que en Cristo nos tiende la mano, porque pensamos que nos bastamos a nosotros mismos, nos encaminamos por un camino de fracaso. Dios es el único que verdaderamente salva y libera.
El Evangelio es el verdadero antídoto contra la miseria espiritual: en cada ambiente el cristiano está llamado a llevar el anuncio liberador de que existe el perdón del mal cometido, que Dios es más grande que nuestro pecado y nos ama gratuitamente, siempre, y que estamos hechos para la comunión y para la vida eterna. ¡El Señor nos invita a anunciar con gozo este mensaje de misericordia y de esperanza!
Es hermoso experimentar la alegría de extender esta buena nueva, de compartir el tesoro que se nos ha confiado, para consolar los corazones afligidos y dar esperanza a tantos hermanos y hermanas sumidos en el vacío. Se trata de seguir e imitar a Jesús, que fue en busca de los pobres y los pecadores como el pastor con la oveja perdida, y lo hizo lleno de amor. Unidos a Él, podemos abrir con valentía nuevos caminos de evangelización y promoción humana.
Queridos hermanos y hermanas, que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solícita a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico, que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza.
La Cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la verdadera pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele.
Que el Espíritu Santo, gracias al cual «[somos] como pobres, pero que enriquecen a muchos; como necesitados, pero poseyéndolo todo» (2 Cor 6, 10), sostenga nuestros propósitos y fortalezca en nosotros la atención y la responsabilidad ante la miseria humana, para que seamos misericordiosos y agentes de misericordia. Con este deseo, aseguro mi oración por todos los creyentes. Que cada comunidad eclesial recorra provechosamente el camino cuaresmal. Os pido que recéis por mí. Que el Señor os bendiga y la Virgen os guarde.
Vaticano, 26 de diciembre de 2013
Fiesta de San Esteban, diácono y protomártir
FRANCISCUS
4 mar 2014
MIÉRCOLES DE CENIZA MAÑANA 05 DE MARZO DEL 2014 "UN SIGNO QUE PUEDE CAMBIAR TU VIDA"
![]() Miércoles de Ceniza y días posteriores. Ciclo A Mateo 6,1-6.16-18: Oración, ayuno y limosna, medios para vivir bien la cuaresma Autor: P. Llucià Pou Sabaté | Fuente: Catholic.net | |
SAGRADA ESCRITURA
Primera Lectura: Joel 2:12-18 Salmo Responsorial: 51:3-6, 12-14, 17 Segunda Lectura: II Corintios 5:20 -- 6:2 Evangelio: Mateo 6:1-6, 16-18 En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial. Por tanto, cuando hagas limosna, no lo vayas trompeteando por delante como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. »Y cuando oréis, no seáis como los hipócritas, que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados para ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará. Cuando ayunéis, no pongáis cara triste, como los hipócritas, que desfiguran su rostro para que los hombres vean que ayunan; en verdad os digo que ya reciben su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfuma tu cabeza y lava tu rostro, para que tu ayuno sea visto, no por los hombres, sino por tu Padre que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará». ![]() Los ejes de la Cuaresma La oración, ayuno y limosna constituyen los ejes de la Cuaresma, que unen a modo de cruz la tendencia hacia arriba, la verticalidad de la adoración, a la horizontalidad de la fraternidad, y ambas se necesitan mutuamente, como queda reflejado en el precepto del amor en sus dos vertientes de amor a Dios y a los demás. Veremos cómo están en relación con las tres tentaciones que el demonio presenta a Jesús y que leeremos el próximo domingo, que engloba todas las tentaciones, como estos tres medios de santidad engloba el antídoto para toda tentación, cada uno de los medios para cada una de las tentaciones (la oración para los bienes placenteros, el ayuno para la soberbia, la caridad para el afán de tener). También en otro momento veremos que la caridad, reducida a "propina", sin Dios "deja de ser un acto fraternal y se reduce a un gesto tranquilizador que no cambia la mirada sobre el hermano ni hace sentir la caridad de prestarle la atención que se merece. El ayuno, por otra parte, queda limitado al cumplimiento formal, que ya no recuerda en ningún momento la necesidad de moderar nuestro consumismo compulsivo ni la necesidad que tenemos de ser curados de la "bulimia espiritual". Finalmente, la oración -reducida a estéril monólogo- no llega a ser auténtica apertura espiritual, coloquio íntimo con el Padre y escucha atenta del Evangelio del Hijo. La religión de los hipócritas es una religión triste, legalista, moralista, de una gran estrechez de espíritu. Por el contrario, la Cuaresma cristiana es la invitación que cada año nos hace la Iglesia a una profundización interior, a una conversión exigente, a una penitencia humilde, para que dando los frutos pertinentes que el Señor espera de nosotros, vivamos con la máxima plenitud de alegría y el gozo espiritual de la Pascua" (Manuel Valls). Aquí nos vamos a dejar llevar por las palabras de Benedicto XVI, en la cuaresma de 2007. Nos hablaba de la caridad, oración y ayuno, como armas espirituales para combatir el mal. Son los tres aspectos señalados en el Evangelio que acabamos de leer. Con la procesión penitencial hemos entrado en el austero clima de la Cuaresma y, al introducirnos en la celebración eucarística, acabamos de orar para que el Señor ayude al pueblo cristiano a "iniciar un camino de auténtica conversión para afrontar victoriosamente, con las armas de la penitencia, el combate contra el espíritu del mal" (oración Colecta). Llamado a la conversión Dentro de poco, al recibir la ceniza en nuestra cabeza, volveremos a escuchar una clara invitación a la conversión, que puede expresarse con dos fórmulas distintas: "Convertíos y creed el Evangelio" o "Acuérdate de que eres polvo y al polvo volverás". Precisamente por la riqueza de los símbolos y de los textos bíblicos y litúrgicos, el miércoles de Ceniza se considera la "puerta" de la Cuaresma. En efecto, esta liturgia y los gestos que la caracterizan forman un conjunto que anticipa de modo sintético la fisonomía misma de todo el período cuaresmal. En su tradición, la Iglesia no se limita a ofrecernos la temática litúrgica y espiritual del itinerario cuaresmal; además, nos indica los instrumentos ascéticos y prácticos para recorrerlo fructuosamente. "Convertíos a mí de todo corazón, con ayuno, con llanto, con luto". Con estas palabras comienza la primera lectura, tomada del libro del profeta Joel (Jl 2, 12). Los sufrimientos, las calamidades que afligían en ese período a la tierra de Judá impulsan al autor sagrado a invitar al pueblo elegido a la conversión, es decir, a volver con confianza filial al Señor, rasgando el corazón, no las vestiduras. En efecto, Dios -recuerda el profeta- "es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad, y se arrepiente de las amenazas" (Jl 2, 13). Volver a la amistad de Dios La invitación que el profeta Joel dirige a sus oyentes vale también para nosotros, queridos hermanos y hermanas. No dudemos en volver a la amistad de Dios perdida al pecar; al encontrarnos con el Señor, experimentamos la alegría de su perdón. Así, respondiendo de alguna manera a las palabras del profeta, hemos hecho nuestra la invocación del estribillo del Salmo responsorial: "Misericordia, Señor: hemos pecado". Proclamando el salmo 50, el gran salmo penitencial, hemos apelado a la misericordia divina; hemos pedido al Señor que la fuerza de su amor nos devuelva la alegría de su salvación. Con este espíritu, iniciamos el tiempo favorable de la Cuaresma, como nos recordó san Pablo en la segunda lectura, para reconciliarnos con Dios en Cristo Jesús. El Apóstol se presenta como embajador de Cristo y muestra claramente cómo, en virtud de él, se ofrece al pecador, es decir, a cada uno de nosotros, la posibilidad de una auténtica reconciliación. "Al que no había pecado, Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios" (2 Co 5, 21). Sólo Cristo puede transformar cualquier situación de pecado en novedad de gracia. Precisamente por eso asume un fuerte impacto espiritual la exhortación que san Pablo dirige a los cristianos de Corinto: "En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios" (2 Co 5, 20) y también: "Mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es el día de la salvación" (2 Co 6, 2). La precariedad de la condición humana Mientras que el profeta Joel hablaba del futuro día del Señor como de un día de juicio terrible, san Pablo, refiriéndose a la palabra del profeta Isaías, habla de "momento favorable", de "día de la salvación". El futuro día del Señor se ha convertido en el "hoy". El día terrible se ha transformado en la cruz y en la resurrección de Cristo, en el día de la salvación. Y hoy es ese día, como hemos escuchado en la aclamación antes del Evangelio: "Escuchad hoy la voz del Señor, no endurezcáis vuestro corazón". La invitación a la conversión, a la penitencia, resuena hoy con toda su fuerza, para que su eco nos acompañe en todos los momentos de nuestra vida. De este modo, la liturgia del miércoles de Ceniza indica que la conversión del corazón a Dios es la dimensión fundamental del tiempo cuaresmal. Esta es la sugestiva enseñanza que nos brinda el tradicional rito de la imposición de la ceniza, que dentro de poco renovaremos. Este rito reviste un doble significado: el primero alude al cambio interior, a la conversión y la penitencia; el segundo, a la precariedad de la condición humana, como se puede deducir fácilmente de las dos fórmulas que acompañan el gesto". En la antigua liturgia romana, a través de las estaciones cuaresmales se había elaborado una "geografía" de la fe, partiendo de la idea de que, con la llegada de los apóstoles san Pedro y san Pablo y con la destrucción del templo, Jerusalén se había trasladado a Roma. La Roma cristiana se entendía como una reconstrucción de Jerusalén. Las tradiciones no han de ser un simple recuerdo del pasado, ni una anticipación vacía del futuro; al contrario, han de ayudar a vivir el presente. Concretamente, esta idea mueve a considerar cómo Jerusalén quedó unida en cierto modo a Roma en la Tradición, y que el camino cuaresmal es hacia la gloria de la Jerusalén celestial, donde habita Dios. Cuarenta días para profundizar Queridos hermanos y hermanas, tenemos cuarenta días para profundizar en esta extraordinaria experiencia ascética y espiritual. En el pasaje evangélico que se ha proclamado Jesús indica cuáles son los instrumentos útiles para realizar la auténtica renovación interior y comunitaria: las obras de caridad (limosna), la oración y la penitencia (el ayuno). Son las tres prácticas fundamentales, también propias de la tradición judía, porque contribuyen a purificar al hombre ante Dios (cf. Mt 6, 1-6. 16-18). Esos gestos exteriores, que se deben realizar para agradar a Dios y no para lograr la aprobación y el consenso de los hombres, son gratos a Dios si expresan la disposición del corazón para servirle sólo a él, con sencillez y generosidad. Nos lo recuerda uno de los Prefacios cuaresmales, en el que, a propósito del ayuno, leemos esta singular afirmación: "ieiunio... mentem elevas", "con el ayuno..., elevas nuestro espíritu" (Prefacio IV de Cuaresma). Ciertamente, el ayuno al que la Iglesia nos invita en este tiempo fuerte no brota de motivaciones de orden físico o estético, sino de la necesidad de purificación interior que tiene el hombre, para desintoxicarse de la contaminación del pecado y del mal; para formarse en las saludables renuncias que libran al creyente de la esclavitud de su propio yo; y para estar más atento y disponible a la escucha de Dios y al servicio de los hermanos. Por esta razón, la tradición cristiana considera el ayuno y las demás prácticas cuaresmales como "armas" espirituales para luchar contra el mal, contra las malas pasiones y los vicios. Al respecto, me complace volver a escuchar, juntamente con vosotros, un breve comentario de san Juan Crisóstomo: "Del mismo modo que, al final del invierno -escribe-, cuando vuelve la primavera, el navegante arrastra hasta el mar su nave, el soldado limpia sus armas y entrena su caballo para el combate, el agricultor afila la hoz, el peregrino fortalecido se dispone al largo viaje y el atleta se despoja de sus vestiduras y se prepara para la competición; así también nosotros, al inicio de este ayuno, casi al volver una primavera espiritual, limpiamos las armas como los soldados; afilamos la hoz como los agricultores; como los marineros disponemos la nave de nuestro espíritu para afrontar las olas de las pasiones absurdas; como peregrinos reanudamos el viaje hacia el cielo; y como atletas nos preparamos para la competición despojándonos de todo" (Homilías al pueblo de Antioquía, 3). Es de modo especial un tiempo "eucarístico", pues recurriendo a la fuente inagotable de amor que es la Eucaristía, en la que Cristo renueva el sacrificio redentor de la cruz, cada cristiano puede perseverar en el itinerario que hoy solemnemente iniciamos. Las obras de caridad (limosna), la oración, el ayuno, juntamente con cualquier otro esfuerzo sincero de conversión, encuentran su más profundo significado y valor en la Eucaristía, centro y cumbre de la vida de la Iglesia y de la historia de la salvación. "Señor, estos sacramentos que hemos recibido -así rezaremos al final de la santa misa- nos sostengan en el camino cuaresmal, hagan nuestros ayunos agradables a tus ojos y obren como remedio saludable de todos nuestros males". Pidamos a María que nos acompañe para que, al concluir la Cuaresma, podamos contemplar al Señor resucitado, interiormente renovados y reconciliados con Dios y con los hermanos. Amén. Sugerencias para las homilías de la semana Jueves después de Ceniza Viernes después de Ceniza Sábado después de Ceniza |
22 dic 2013
Navidad: 25 de diciembre
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2 jun 2013
LA SOLEMNIDAD DEL CORPUS CHRISTI
Desde hace siete siglos el jueves siguiente a la fiesta de la Santísima Trinidad ha sido dedicado a una especial veneración de la Santísima Eucaristía. Es el día en que se celebra la fiesta delCorpus Christi, la fiesta del Cuerpo y Sangre de Cristo. Se celebra el jueves, por ser éste el día en que el Señor instituyó la santa Eucaristía la noche de la Última Cena. Por razones pastorales, esta fiesta en algunos lugares se traslada al siguiente Domingo.
El día que celebramos la fiesta del Corpus Christi el Señor realmente Presente en el pan y vino consagrados no permanece en nuestras iglesias, «sino que también caminamos con la mirada fija en la Hostia eucarística, juntos todos en procesión, que es un símbolo de nuestraperegrinación con Cristo en la vida terrena. Caminamos por las plazas y calles de nuestras ciudades, por esos caminos nuestros en los que se desarrolla normalmente nuestra peregrinación. Allí donde viviendo, trabajando, andando con prisas, lo llevamos en lo íntimo de nuestros corazones, allí queremos llevarlo en procesión y mostrárselo a todos, para que sepan que, gracias al Cuerpo del Señor, todos pueden tener en sí la vida» (S.S. Juan Pablo II, Homilía en la fiesta del Corpus Christi, 8/6/1980).
La multiplicación milagrosa de los panes (Evangelio) es una prefiguración de otro Milagro muchísimo más asombroso: anuncia el don salvífico de la Eucaristía, inaudito Milagro del Amor divino por el cual el pan y el vino que consagra el sacerdote en la santa Misa se transforman verdaderamente en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, haciéndose el Señor Jesús realmente presente en medio de la asamblea y ofreciéndose al peregrino en la fe como comida y bebidapara la vida eterna. De este modo el Señor mismo se constituye, para quien lo come debidamente preparado (ver 1 Cor 11, 29), garantía de resurrección: «Yo soy el Pan vivo, bajado del cielo. Si uno come de este Pan, vivirá para siempre; y el Pan que yo le voy a dar, es mi Carne por la vida del mundo» (Jn 6, 51).
La expresión cuerpo y sangre es un semitismo que quiere decir lo mismo que la totalidad de la persona. En las especies eucarísticas, el Señor Jesús está presente todo entero en cada una de las especies y en cada parte de ellas.
Este Milagro de amor lo realizó el Señor por primera vez la noche de la Última Cena, antes de ofrecer su Cuerpo y Sangre en el Altar de la Cruz reconciliadora. Un breve relato de la institución de este Sacramento lo trae San Pablo en su carta a los corintios (2ª. lectura): «el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Éste es mi Cuerpo que se da por vosotros; haced esto en recuerdo mío”. Asimismo también la copa después de cenar diciendo: “Esta copa es la Nueva Alianza en mi Sangre”».
No faltan en la antigua Alianza prefiguraciones significativas de la Eucaristía, entre las cuales es muy elocuente la que se refiere al sacerdocio de Melquisedec, cuya misteriosa figura y sacerdocio singular evoca la primera lectura. «Melquisedec, “sacerdote del Altísimo”, es considerado por la Tradición cristiana como una prefiguración del sacerdocio de Cristo, único “Sumo Sacerdote según el orden de Melquisedec” (Heb 5, 10; 6, 20), “santo, inocente, inmaculado” (Heb 7, 26), que, “mediante una sola oblación ha llevado a la perfección para siempre a los santificados” (Heb 10, 14), es decir, mediante el único sacrificio de su Cruz» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1544). Como ésta, «todas las prefiguraciones del sacerdocio de la Antigua Alianza encuentran su cumplimiento en Cristo Jesús, “único mediador entre Dios y los hombres” (1 Tim 2, 5)» (allí mismo).
Y como hemos dicho ya, el milagro de la multiplicación de los panes encuentra su cumplimiento en el Sacrificio, único y realizado una vez por todas, que el Señor Jesús, sumo y eterno Sacerdote, ofreció en el Altar de la Cruz para la reconciliación de toda la humanidad con Dios (ver 2 Cor 5, 19). De esta reconciliación fundamental procede también la reconciliación del hombre consigo mismo, con los demás hermanos humanos y con la creación entera. Aquel sacrificio cruento ofrecido por Cristo en el Altar de la Cruz «se hace presente en el sacrificio eucarístico de la Iglesia» (Catecismo de la Iglesia Católica, 1545). Desde la noche de la Última Cena la celebración de cada Eucaristía obedece al deseo y mandato del Señor: «Haced esto en memoria mía» (Lc 22, 19).
Además del milagro de la multiplicación de los panes el discurso de Cristo en la sinagoga de Cafarnaúm (ver Jn 6, 51ss) representa la culminación de las profecías del Antiguo Testamento y, al mismo tiempo, anuncia su cumplimiento, que se realizará en la Última Cena. En aquella ocasión las palabras del Señor constituyeron una dura prueba de fe para quienes las escucharon, e incluso para los Apóstoles, pues les resultaba demasiado duro creer aquello: «¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?» (Jn 6, 52)
13 may 2012
Celebraciones por el mes de Mayo

JUEVES 3
LA SANTA CRUZ
LA SANTA CRUZ, del latín, crux, crucis, instrumento, de suplico. Al venir Jesús al mundo y asume las condición humana en todo, menos en el pecado. Es sometido al martirio y a una ignominiosa muerte de Cruz; sin embargo, este instrumento de martirio después del sacrificio del redentor es considerado elemento de unidad y atracción del hombre hacia Él; además es señal de salvación y dominio de Cristo sobre la muerte, tal como lo dijo en 2002 el beato Juan Pablo II (1978-2005; 22 de octubre) “Desde que Jesús hizo de ella un instrumento de la salvación universal, la Cruz ya no es sinónimo de maldición si no, al contrario, de bendición. Al hombre atormentado por la duda y por el pecado, la Cruz le revela que “tanto amo” Dios al mundo que dio a su hijo único, para que todo el que crea en El no perezca si no que tenga vida eterna; En una palabra, la Cruz es el supremo símbolo del amor. El evangelista san Juan (8, 28) de testimonio de la misión salvífica el escribir: … cuando hayan levantado en alto –cum exalta veritis- al Hijo del hombre, entonces conocerán quien soy Yo… La religiosidad popular en México, celebra este día a los trabajadores de la construcción, quienes colocan en lo más alto de sus obras una Cruz de madera símbolo del dominio de Cristo. |
NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA
NUESTRA SEÑORA DE FÁTIMA, del árabe, “espléndida” (1917). En 1917 el mundo está enfrascado en la Primera Guerra Mundial (1914-1918), por lo que el Pontífice Benedicto XV (1914- 1922) llama a la grey católica a unirse en oración para pedir la paz. Un día como hoy del citado año de 1917, tiene lugar en Fátima, Portugal, la primera aparición a tres humildes pastorcitos llamados Lucía, francisco y Jacinta –de 10, 9 y 7 años, respectivamente-, de una celestial dama quien se identifica diciendo: “Yo soy la Virgen del Rosario”. Ella convoca a los infantes a presentarse en el sitio de manifestación los días trece de cada mes; la divina Señora continúa revelándose por seis meses y dando mensajes a Lucía que en su Memorias relata que desde 1916 son visitados por un ángel, quien les indica que recen el rosario y eleven oraciones para pedir perdón por los pecados y la paz del mundo. Transcurrido un año estando en el campo, ven sobre una encina la aparición de María Santísima quien le revela su nombre, recomendándoles la práctica frecuente de los sacramentos de la Eucaristía y la reconciliación, así como el diario rezo del rosario. Por su contenido evangélico, la Iglesia acepta esta revelación. Iconografía: representa a la Virgen María con vestido blanco, banda y manto azul celeste, el rosario en sus manos y los tres pastorcitos a sus pies. |
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR, del latín, ascensio, onis acción y efecto de subir, ascender; es decir ir a un sitio más alto”, por excelencia, la de Cristo a los cielos (siglo I). Este trascendente acontecimiento se narra el libro de los Hechos de los Apóstoles (1, 1-11) y en Evangelio de Mateo (28, 16-20). Jesús, después de su gloriosa resurrección durante cuarenta días, se manifiesta a los Apóstoles, come y bebe familiarmente con ellos y antes de su Ascensión a los cielos les indica: “todo poder se me ha dado en el Cielo y en la Tierra. Por eso vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos. Bautícenlos, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo…” El Catecismo de la Iglesia Católica (párrafos 665-666) nos enseña que: “La Ascensión de Jesucristo marca la entrada definitiva de la humanidad de Jesús en el dominio celestial de Dios de donde ha de volver (…) Nos precede en el reino glorioso del Padre para que nosotros, miembros de su cuerpo vivamos en la esperanza de estar en un día con El eternamente”. Iconografía: ha sido tema esencial del arte, representado por grandes maestros del Renacimiento como: el beato Fra Angélico (18 de febrero; 1387-1455), Perugino (1450?-1523) y Tíntoretto (1518-1594); por lo general se muestra como Cristo, con túnica blanca, asciende a los cielos de entre nubes y en sus manos, pies y costado muestra las heridas de su martirio. |
NUESTRA SEÑORA DE LA LUZ
NUESTRA SEÑORA DE LA LUZ, del latín, “lux” (siglo XVIII). Imagen pintada a solicitud del sacerdote jesuita Juan Antonio Genovesi en Palermo, Italia, en el siglo XVIII. Se dice que la Santísima Señora, solo era visible para una religiosa (anónima), quien indica los detalles de su visión a un pintor; al concluir, la Celestial Reina bendice la obra y confiere el poder de hacer milagros. Hacia 1732, los jesuitas donan la imagen para ser venerada en América y por sorteo, en tres ocasiones, es favorecida la ciudad de León, Guanajuato, México. El 2 de julio del mismo año llega la imagen a la citada ciudad. En 1770 es designada patrona contra rayos y centellas. En 1848 es declarada patrona de León. En la epidemia de cólera de 1850, es invocada cesando por su intersección la enfermedad. Se le construye un templo –actual Basílica-, concluido y consagrado en 1866. Su coronación pontificia, se efectúa en 1902. La Madre Santísima de la Luz, recibe también especial veneración en Puebla. Iconografia: María Santísima de pie, ataviada con vestido blanco, manto azul, rodeada por ángeles –dos la coronan-, a su izquierda uno le presenta un cesto de corazones y el niño Jesús, a quien carga en su brazo izquierdo, toma uno en sus manos. En su lado derecho un dragón con las fauces abiertas pretende “devorar” a un pescador, la Santísima Virgen impide esto y con su mano derecha lo levanta, salvándolo. Protectora de las mujeres que van a dar a luz y de los enfermos de la vista. |
NUESTRA SEÑORA MARIA AUXILIADORA
NUESTRA SEÑORA MARIA AUXILIADORA, del arameo, “señora” y del latín “socorro” “protección” (siglo XVI). Desde la antigüedad grandes santos y Doctores de la iglesia, han designado a María Santísima como nuestro auxilio; por ejemplo: San Juan Crisóstomo (13 de septiembre) la llama “Auxilio potentísimo”, Sabás de Casarea, “Auxilio de los que sufren”; los primeros cristianos griegos, la designan Boeteia “la cual trae auxilios venidos del cielo”. San Juan Bosco (31 de enero) a fines del siglo XIX –la proclama patrona de los institutos salesianos. En todos los tiempos María ha sido auxilio para toda la humanidad. En 1571, cuando el ejercito cristiano vence a los musulmanes en la batalla del golfo de Lepanto. Grecia, Pío V (1566-1572) incluye esta alabanza en las Letanías Lauretanas. En 1814, Pío VII (1800-1823), señala en esta fecha la celebración de la Santísima Virgen María en esta advocación. Iconografía: María de pie, ataviada con vestido rosa, manto azul, centro y el Niño Jesús en su brazo izquierdo, sobre nubes, ambos coronados y rodeados de ángeles. “¡Oh María Auxilio de los cristianos, ruega por nosotros que recurrimos a Ti!”. |
PENTECOSTÉS
PENTECOSTÉS, del latín pentecoste, y este del griego. Pentekosté, “cincuenta, “quincuagésimo”. Al término de las siete semanas pascuales, la iglesia católica celebra la solemnidad de Pentecostés. Así la pascua de Cristo es consumada con la efusión del Espíritu Santo que se manifiesta, da y comunica como persona divina y de esa plenitud el Señor derrama con profusión su Espíritu. Desde ese día el Reino anunciado por Cristo esta abierto a quienes creen en Él: en la humildad de la carne y en la fe, participando en la comunión de la Santísima Trinidad (cfr. Catecismo de la iglesia Católica, párrafos 731-732). En la antigüedad –según la tradición bíblica-, Pentecostés evocaba la promulgación de la Antigua Ley en el Monte Sinaí y se hacia una ofrenda de las primeras cosechas. Con igual nombre surgió en la liturgia católica una celebración después de cincuenta días de la Pascua de Resurrección, para conmemorar haber recibido en Don del Espíritu Santo; por lo que esta solemnidad no se relaciona con la festividad judía, de la cual sólo tomó el nombre, pero no los contenidos. En la celebración de esta solemnidad, en 2011, S.S. Benedicto XVI señaló: “Aunque, en cierto sentido, todas la solemnidades litúrgicas de la iglesia son grandes, esta de Pentecostés lo que es de una manera singular, porque marca, llegado al quincuagésimo día, el cumplimiento del acontecimiento de la Pascua, de la muerte y de la resurrección del Señor Jesús, a través del don del Espíritu del Resucitado”. Iconografía: los Doce, reunidos en el Cenáculo en torno a la Madre de Dios, sobre la cabeza de cada uno se posa una lengua de fuego, símbolo del Espíritu Santo. |
LA VISITACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
LA VISITACIÓN DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA (siglo I). Este hecho es narrado en el Evangelio de san Lucas (1, 39-56). María después del anuncio del arcángel Gabriel, visita a su prima Isabel, quien es de edad avanzada, para auxiliarla en el momento de dar a luz y le comunica lo que Dios ha obrado en ella. Tradiciones piadosas han ubicado en sitio de este encuentro y del canto del Magnificat en Aín-Karim (del hebreo, fuente del viñedo) población del actual Israel, donde se encuentra la basílica de la Visitación. Esta festividad fue instituida por Urbano VI (1378-1389) en 1389. Referente a esta conmemoración, el documento conclusivo de Aparecida –Brasil 2007- en el prefacio 553, cita: “… Que (María) nos enseña a salir de nosotros mismo en camino de sacrificio, amor y servicio, como lo hizo en la Visitación a su prima Isabel, para que, peregrinos en el camino, cantemos las maravillas que Dios ha hecho en nosotros conforme a su promesa”. Iconografía: María e Isabel con vestuario de época, en estado de gravidez se unen en fraterno abrazo, en el cielo sobrevuela una paloma (Espíritu Santo). |
4 abr 2012
Especial: Domingo de Resurrección
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La fuerza de la resurrección se me da para que también yo la comunique. Esto obliga a luchar contra las fuerzas que producen muerte, a situarnos junto a los crucificados, a resucitar lo que va muriendo, a alentar a lo que va naciendo.
Festividad: 8 de abril
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Especial: Jueves, Viernes y Sábado Santo
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