«No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo»
El avión A330 de Alitalia en el que viajaba el Papa Francisco ha aterrizado a las 15.45 horas (hora local) en el aeropuerto internacional de Río de Janeiro en Brasil. En la ceremonia de bienvenida, tras el discurso de la presidenta brasileña, el Papa ha tomado la palabra. «No tengo oro ni plata, pero traigo conmigo lo más valioso que se me ha dado: Jesucristo», afirmó el Santo Padre en su primer discurso en tierras brasileñas.
(Aci/InfoCatólica) Desde el Palacio de Guanabara (Brasil), donde se reúne con la presidenta Dilma Rousseff, afirmó que llega para en nombre de Cristo, «alimentar la llama de amor fraterno que arde en todo corazón».
«Dios ha querido que el primer viaje internacional de mi pontificado me ofreciera la oportunidad de volver a la amada América Latina, concretamente a Brasil», afirmó el Santo Padre en su discurso leído en portugués, en el que recordó los estrechos lazos que unen a este país con la Sede Apostólica, así como los «profundos sentimientos de fe y amistad» que siempre han mantenido a esta nación «unida de una manera especial al Sucesor de Pedro».
«He aprendido que, para tener acceso al pueblo brasileño, hay que entrar por el portal de su inmenso corazón; permítanme, pues, que llame suavemente a esa puerta. Pido permiso para entrar y pasar esta semana con ustedes», añadió el Papa, que durante el trayecto al palacio de Guanabara fue saludado efusivamente por la población que se volcó a las calles.
En su discurso, Francisco también agradeció la acogida de las autoridades brasileñas y su afecto a los obispos. «Con esta visita, deseo continuar con la misión pastoral propia del Obispo de Roma de confirmar a sus hermanos en la fe en Cristo, alentarlos a dar testimonio de las razones de la esperanza que brota de él, y animarles a ofrecer a todos las riquezas inagotables de su amor», afirmó.
El Santo Padre destacó que el objetivo principal es encontrarse con los cientos de miles de peregrinos que participarán en la JMJ, «atraídos por los brazos abiertos de Cristo Redentor» donde buscan «un refugio» y «volver a escuchar su llamada clara y potente: ‘Vayan y hagan discípulos a todas las naciones’».
«Cristo les ofrece espacio, sabiendo que no puede haber energía más poderosa que esa que brota del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por la experiencia de la amistad con él. Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión: ‘Vayan y hagan discípulos’; vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible, y creen un mundo de hermanos y hermanas. Pero también los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de arriesgar con él la única vida que tienen, porque saben que no serán defraudados», afirmó.
Francisco dijo que al dirigirse a los jóvenes «hablo también a sus familias, sus comunidades eclesiales y nacionales de origen, a las sociedades en las que viven, a los hombres y mujeres de los que depende en gran medida el futuro de estas nuevas generaciones».
«Es común entre ustedes oír decir a los padres: ‘Los hijos son la pupila de nuestros ojos’. ¡Qué hermosa es esta expresión de la sabiduría brasileña, que aplica a los jóvenes la imagen de la pupila de los ojos, la abertura por la que entra la luz en nosotros, regalándonos el milagro de la vista! ¿Qué sería de nosotros si no cuidáramos nuestros ojos? ¿Cómo podríamos avanzar? Mi esperanza es que, en esta semana, cada uno de nosotros se deje interpelar por esta pregunta provocadora», añadió.
Francisco señaló que los jóvenes esperan que se les ofrezcan «las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo (…), para que llegue a ser lo que puede ser». Necesitan que se les asegure «un horizonte trascendente para su sed de auténtica felicidad».
Finalmente, pidió establecer «un diálogo entre amigos». «En este momento, los brazos del Papa se alargan para abrazar a toda la nación brasileña, en el complejo de su riqueza humana, cultural y religiosa».
http://infocatolica.com«Que desde la Amazonia hasta la pampa, desde las regiones áridas al Pantanal, desde los pequeños pueblos hasta las metrópolis, nadie se sienta excluido del afecto del Papa. Pasado mañana, si Dios quiere, tengo la intención de recordar a todos ante Nuestra Señora de Aparecida, invocando su maternal protección sobre sus hogares y familias. Y, ya desde ahora, los bendigo a todos. Gracias por la bienvenida», culminó el Papa.
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