Actualmente, en muchos sectores internacionales, los valores y las virtudes que han servido de fundamento de los más grandes logros de la civilización se encuentran bajo ataque. En nombre de una falsa "liberación", ciertas organizaciones quieren socavar las verdades fundamentales acerca de la naturaleza de la persona humana y de la familia. En nombre de una falsa doctrina de derechos humanos, niegan aquello que hace que la persona humana sea verdaderamente humana.
Estos grupos han hecho de la Santa Sede su blanco particular. Atacan a la Santa Sede ignorando el hecho de que la Santa Sede ha tenido relaciones diplomáticas desde el siglo IV y que en la actualidad tiene este tipo de relaciones con 177 naciones. Lo que verdaderamente motiva a estas organizaciones es el hecho de que la Santa Sede defiende decididamente la santidad de la vida humana y la dignidad inviolable de la familia.
De cierto modo la Santa Sede es única en su género. Pero esta particularidad suya es lo que la motivó a formar parte de las Naciones Unidas con el status de Observador Permanente. Este status especial de la Santa Sede le da la capacidad para fomentar el diálogo genuino, promover la solución pacífica de los conflictos y apelar más allá de los meros intereses territoriales de los Estados y apelar a las conciencias de sus líderes. Este servicio desinteresado y no partidista ha sido siempre apreciado por los Estados Miembros de las Naciones Unidas.
Si las organizaciones que consideran que la Santa Sede es un obstáculo para sus objetivos de ingeniería social y de subversión de las convicciones morales fundamentales tienen éxito en privar a la Santa Sede de su status de Observador Permanente, le habrán causado un serio daño a las Naciones Unidas. La ONU obra por medio del consenso, y estas organizaciones intentan circunvenir este proceso silenciando una voz a la cual se oponen.
Deploramos esos objetivos de esas organizaciones. Muchos de nosotros no comparten ni apoyan ciertas convicciones de la Iglesia Católica. Sin embargo, nos unimos para apoyar a la Santa Sede para que continúe con su status de Observador Permanente ante las Naciones Unidas.
Nos unimos también a los Estados Miembros para agradecer a la Santa Sede su testimonio moral y espiritual ante la ONU. El mundo se hubiese empobrecido mucho más, si la voz de la Santa Sede dentro de las Naciones Unidas hubiese sido silenciada. Que ese día nunca llegue.
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