Escrito por Jesús de las Heras Muela | |
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Sus fiestas son el 15 y el 17 de mayo
La liturgia de la Iglesia nos ofrece en estas jornadas del corazón del mes de mayo las memorias de dos santos del pueblo, de los santos sencillos, humildes y populares. Uno fue seglar y el otro fue religioso.
Los dos alcanzaron la plenitud de la vida cristiana a través de la vida ordinaria, en el servicio fiel y generoso de sus respectivas vocaciones. El pueblo de Dios ha conversado vivo y fresco sus memorias, a las que ahora queremos también rendir tributo con estas líneas. Los dos santos además y a pesar del mucho tiempo transcurridos siguen de actualidad y permanecen interpeladores e intercesores. Son Isidro Labrador y San Pascual Baylón.
San Isidro, el 15 de mayo
El 15 de mayo, es la memoria litúrgica, la fiesta de San Isidro Labrador. Es un santo madrileño, patrono de la capital de España y de otros lugares, ciudades e instituciones como el mundo rural y sus asociaciones.
Es un santo bien querido, popular y castizo. Consta que nació en Madrid a finales del siglo XI, en cuya parroquia de "San Andrés" fue bautizado. Contrajo matrimonio en Torrelaguna, sierra norte de Madrid, con María de la Cabeza, que era oriunda de la vecina Caraquiz, ya en tierras de Guadalajara. Trabajó como jornalero en la vega del río Manzanares y murió muy anciano. La leyenda narra que tal era su capacidad mística de oración y el favor con que contaba de lo Alto que mientras Isidro permanecía en oración los mismos ángeles bajaban del cielo a realizar la labor...
Y así, tanto él como su esposa, María de la Cabeza, alcanzaron la santidad, que es reconocida como tal en el libro de los santos de la Iglesia.
Oración y caridad
La tradición popular conservó la memoria de su espíritu de oración, de su capacidad de trabajo y de su generosidad con los necesitados. Fue canonizado en 1662 por el Papa Gregorio XV, junto a otros grandísimos santos españoles como Teresa de Jesús, Ignacio de Loyola y Francisco Javier. Su cuerpo se conserva incorrupto en la colegiata a él dedicada en Madrid, la antigua catedral de San Isidro.
La liturgia de la Iglesia nos lo presenta como modelo de humildad, sencillez y laboriosidad, como ejemplo de vida escondida en Cristo. Y a su intercesión se pide que el trabajo de cada día humanice nuestro mundo y sea al mismo tiempo plegaria de alabanza al Señor.
Y a pesar de los siglos transcurridos y de lo poco conocido de su vida, la figura de San Isidro ha sido siempre y sigue siendo muy venerada y querida por el pueblo español, que ve en él a uno de los nuestros, a un laico, esposo y padre de familia, a un trabajador jornalero, a un modelo y un mediador.
Familia y trabajo
En tiempos de zozobra para la institución familiar, ante leyes que cercenan su identidad, naturaleza y misión, San Isidro Labrador y su esposa, Santa María de la Cabeza, son testimonio de que el único matrimonio es el que se da entre un hombre y una mujer y son testigos, a su vez, de como el matrimonio y la familia se convierten en ámbitos aptos para la santidad a través del amor conyugal y familiar y de la vida cotidiana.
En tiempos en que al trabajo se le ha querido presentar como alienador y explotador o, como ahora, como un mero trámite para ganar dinero, San Isidro Labrador nos muestra el verdadero sentido cristiano del trabajo y sus inmensas posibilidades creadoras, salvadoras y evangelizadoras.
Por todo ello, por su vida de oración y de caridad, San Isidro Labrador es un modelo y es un intercesor. Que él ruegue por nosotros, ruegue por el mundo rural y los agricultores, ruegue por Madrid y por las ciudades e instituciones que lo tienen por patrono y ruegue por las familias.
San Pascual Baylón, el 17 de mayo
El 17 de mayo es la memoria litúrgica de otro santo sencillo, humilde y, a la vez, también popular. Es otro santo del pueblo y un santo que muestra bien a las claras el camino de la virtud cristiana, el camino del cielo. Es San Pascual Baylón.
Nacido en la pequeña localidad aragonesa de Torrehermosa (entonces diócesis de Sigüenza, ahora obispado de Tarazona) en el año 1540, ejerció desde niño el humilde oficio de pastor, mientras su vocación religiosa y su alma cristiana crecían en amor a Jesucristo en la Eucaristía y en caridad hacia los pobres y necesitados.
Bailar en honor del Señor Sacramentado
Cuentan sus biógrafos que ya en aquellos de pastor, en su báculo o cayado, dibujaba los signos de la Eucaristía y que, mientras cuidaba y velaba a la grey, sabía permanecer en oración y hasta en adoración.
De escasas letras y estudios, narra la tradición que, en alguna ocasión, no teniendo palabras ni sabiduría humana para dirigirse al Señor Sacramentado, llegó a bailar en su honor alguna jota o algún baile típico de su tierra aragonesa como ofrenda de lo mejor de sí mismo a Quien era su Dios y su Todo.
En plena juventud se hizo fraile franciscano y fue pronto destinado a Villareal de los Infantes, en la provincia de Castellón, donde conmovió al pueblo cristiano por su amor a la Eucaristía, su tierna e intensa devoción mariana y su servicio de caridad hacia los menesterosos.
Jesús está en la Eucaristía
En tiempos recios como los de la mitad del siglo XVI en que la Reforma Protestante puso en cuestión la presencia real y verdadera de Jesucristo en la Eucaristía, Pascual Baylón, con su vida, con su oración, con su adoración y con su caridad, se convirtió -quizás sin saberlo él mismo- en una irrefutable testimonio de esta presencia real y salvadora de Jesucristo en la Eucaristía.
Falleció en 1592, el 17 de mayo, tal día como el de la fecha de su memoria litúrgica. En menos de un siglo fue canonizado por el Papa Alejandro VIII ante el clamor del pueblo que lo proclamaba santo y que acudía y sigue acudiendo a su intercesión poderosa. Dos siglos después, en 1897, el Papa León XIII lo nombró patrono de las Asociaciones y Congresos Eucarísticos.
La liturgia de la Iglesia, al rezar su oficio y al celebrar la misa en su memoria, nos recordará el amor extraordinario a los misterios eucarísticos que el Señor otorgó a San Pascual Baylón y los inmensos y riquezas espirituales que la Eucaristía le aportó y que él supo compartir y repartir entre sus hermanos franciscanos y ente el pueblo cristiano de Villareal, que desde entonces y hasta ahora y por los siglos lo veneran con especial fervor, como puede verse fácilmente en la extraordinaria Basílica que le tiene dedicada.
Que San Pascual Baylón interceda por nosotros y nos ayude a descubrir la mayor riqueza y secreto de la vida cristiana, que es siempre la Eucaristía.
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