Lima, 15 agosto 2015 (peruinform.com / escrito por: Ricardo Sánchez Serra).-
Por la falta de un entrecomillado, reconocido humildemente por el propio cardenal Juan Luis Cipriani, a pesar que las enseñanzas de la Iglesia Católica no tienen “copy right”, los enemigos del purpurado y de la Iglesia han iniciado una campaña para crucificarlo.
Lamentable es que El Comercio, presionado por las hordas mediocres y oscuras, hayan cedido a una campaña de linchamiento ruin, perversa y satánica, sentenciando que “está claro que el diario no publicará más artículos del cardenal”.
Esa actitud me hace recordar el pasaje bíblico sobre Barrabás, en el que Pilatos pregunta al pueblo ¿A quién queréis que os suelte: a Barrabás o a Jesús…? Y luego repregunta ¿Qué haré entonces con Jesús, llamado el Cristo? Todos dijeron: ¡Sea crucificado!
¡Uyyy, me olvide de ponerle comillas! Entonces Diosito me podrá denunciar por violar su derecho de autor. ¡Pamplinas! Soy católico y puedo rememorarlas cuando quiera.
Estoy convencido que El Comercio está a tiempo, dejando de lado su “sentencia” impensada y envenenada por la soberbia y la pedantería, de no ser el Pilatos contemporáneo. No se puede maltratar así a una autoridad eclesiástica, actuando como un emperador de la Roma decadente: “échenlo a los leones”.
Habría que recordarle la palabra de Jesús a sus discípulos: “Sed compasivos, como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados; perdonad y seréis perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada, rebosante. Porque con la medida con que midáis se os medirá”.
El cardenal tiene decenas de medios de comunicación dispuestos a abrirle sus puertas, pero lo que no es justo es el vilipendio, motivado por su indómita defensa de la vida, de la familia y del matrimonio, denostada por los abortistas, agnósticos y modernistas que siempre han estigmatizado a la autoridad eclesiástica.
Pero desde esta trinchera, como católico, como cruzado, les digo ¡No pasarán! ¡Yo estoy con el cardenal! La Iglesia siempre presencia los cadáveres de sus perseguidores.
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