Por el Padre Clemente Sobrado C. P.
La Cuaresma es un camino que quiere sacarnos de donde estamos para llevarnos a una meta de libertad y plenitud.
Es el recuerdo de un camino que partió de la esclavitud y, atravesando el desierto, llevó a una patria nueva y a una vida nueva.
Es el camino que, partiendo de nuestro desierto de luchas y tentaciones, nos lleva a la mañana de Pascua.
Más que tiempo de ayunos y abstinencias es un tiempo de decisiones:
Es tiempo de enfrentarnos con nosotros mismos.
Es tiempo donde es preciso definirnos entre “ser o no ser”.
Es tiempo donde es preciso definirnos entre “ser nosotros mismos” o “ser como todos”.
Es tiempo donde se da esa lucha, esa tentación entre aceptar el reto de vivir en nuestra verdad o seguir engañándonos, maquillados con falsas imágenes copiadas de los demás.
Es tiempo de tentación: la tentación de ser o no ser.
La tentación de ser o seguir siendo a medias.
Por eso es tiempo de decisión.
Donde decidimos, no sobre los demás, sino sobre nosotros mismos.
No es una batalla que se da fuera, sino en la mente y el corazón.
El punto de partida: lo que somos, donde estamos.
El camino: lucha por ser más, un horizonte nuevo.
La meta: una mañana de Pascua donde resucitemos como seres nuevos.
Me encantó lo que leí de Walt Disney, hablando de su propia experiencia y que pudiera ser la nuestra. Lo titula “El día que yo cambié”:
“Decidí no esperar las oportunidades sino salir a buscarlas.
Decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución.
Decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis.
Decidí ver cada noche como un misterio a resolver.
Y cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.
Aquel día comencé a ser fuerte, feliz de verdad, gracioso.
Aquel día dejé de temer por cada vez que perdía.
Y sentí que para vencer no es necesario ganar.
Ví que dar lo mejor de mí me hacía feliz, así no fuera el primero, así no me coronaran o me aplaudieran.
Sentí nuevamente que el único rival soy yo mismo.
Me dejó de importar quien ganara o perdiera.
Ahora me importa simplemente sentirme mejor que ayer.
Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir.
Pero también vi que a veces se cae, y que el único camino es levantarse y seguir.
Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, “el amor es una filosofía de vida”.
Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser mi propia tenue luz de este presente; aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los demás.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas…
Aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad.
Desde aquel día ya no duermo solo para descansar, ahora también duermo para soñar…” (Walt Disney)
La Cuaresma no es tiempo de penitencias.
Es tiempo de “penitencia”.
Es tiempo de cambio. Tempo de sueños.
Y cuando decidimos cambiar, todo cambia en nosotros y a nuestro alrededor.
Cambia nuestra manera de ver.
Cambia nuestra manera de vivir.
Cambia nuestra manera de estar.
¿Y por qué, entonces, seguimos teniendo miedo al cambio?
¿Por qué, entonces, seguimos teniendo miedo a abandonar nuestras esclavitudes?
El día que “yo decida cambiar”:
No solo cambiaré yo mismo.
Todo cambiará a mi alrededor.
También a nosotros “el Espíritu nos empuja al desierto”.
También nosotros vivimos en medio de esas fieras de nuestros miedos.
También nosotros vivimos en medio de esas luchas internas.
Pero no estamos solos.
Jesús lucha en nosotros y con nosotros.
Por eso, el final del camino ya no será desierto, sino jardín de la Pascua.
Allí nos esperamos encontrar todos.
Allí nos esperan las flores de la primavera de la nueva vida.
Es el recuerdo de un camino que partió de la esclavitud y, atravesando el desierto, llevó a una patria nueva y a una vida nueva.
Es el camino que, partiendo de nuestro desierto de luchas y tentaciones, nos lleva a la mañana de Pascua.
Más que tiempo de ayunos y abstinencias es un tiempo de decisiones:
Es tiempo de enfrentarnos con nosotros mismos.
Es tiempo donde es preciso definirnos entre “ser o no ser”.
Es tiempo donde es preciso definirnos entre “ser nosotros mismos” o “ser como todos”.
Es tiempo donde se da esa lucha, esa tentación entre aceptar el reto de vivir en nuestra verdad o seguir engañándonos, maquillados con falsas imágenes copiadas de los demás.
Es tiempo de tentación: la tentación de ser o no ser.
La tentación de ser o seguir siendo a medias.
Por eso es tiempo de decisión.
Donde decidimos, no sobre los demás, sino sobre nosotros mismos.
No es una batalla que se da fuera, sino en la mente y el corazón.
El punto de partida: lo que somos, donde estamos.
El camino: lucha por ser más, un horizonte nuevo.
La meta: una mañana de Pascua donde resucitemos como seres nuevos.
Me encantó lo que leí de Walt Disney, hablando de su propia experiencia y que pudiera ser la nuestra. Lo titula “El día que yo cambié”:
“Decidí no esperar las oportunidades sino salir a buscarlas.
Decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución.
Decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis.
Decidí ver cada noche como un misterio a resolver.
Y cada día como una nueva oportunidad de ser feliz.
Aquel día comencé a ser fuerte, feliz de verdad, gracioso.
Aquel día dejé de temer por cada vez que perdía.
Y sentí que para vencer no es necesario ganar.
Ví que dar lo mejor de mí me hacía feliz, así no fuera el primero, así no me coronaran o me aplaudieran.
Sentí nuevamente que el único rival soy yo mismo.
Me dejó de importar quien ganara o perdiera.
Ahora me importa simplemente sentirme mejor que ayer.
Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir.
Pero también vi que a veces se cae, y que el único camino es levantarse y seguir.
Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, “el amor es una filosofía de vida”.
Aquel día dejé de ser un reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser mi propia tenue luz de este presente; aprendí que de nada sirve ser luz si no vas a iluminar el camino de los demás.
Aquel día decidí cambiar tantas cosas…
Aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad.
Desde aquel día ya no duermo solo para descansar, ahora también duermo para soñar…” (Walt Disney)
La Cuaresma no es tiempo de penitencias.
Es tiempo de “penitencia”.
Es tiempo de cambio. Tempo de sueños.
Y cuando decidimos cambiar, todo cambia en nosotros y a nuestro alrededor.
Cambia nuestra manera de ver.
Cambia nuestra manera de vivir.
Cambia nuestra manera de estar.
¿Y por qué, entonces, seguimos teniendo miedo al cambio?
¿Por qué, entonces, seguimos teniendo miedo a abandonar nuestras esclavitudes?
El día que “yo decida cambiar”:
No solo cambiaré yo mismo.
Todo cambiará a mi alrededor.
También a nosotros “el Espíritu nos empuja al desierto”.
También nosotros vivimos en medio de esas fieras de nuestros miedos.
También nosotros vivimos en medio de esas luchas internas.
Pero no estamos solos.
Jesús lucha en nosotros y con nosotros.
Por eso, el final del camino ya no será desierto, sino jardín de la Pascua.
Allí nos esperamos encontrar todos.
Allí nos esperan las flores de la primavera de la nueva vida.
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