8 mar 2014

Los hombres ante el aborto provocado


Con cierta frecuencia, cuando se plantea el tema del aborto provocado se tiende a pensar que se trata de una cuestión que afecta sólo a la mujer, y que al varón le corresponde un papel de segundo plano. En efecto, la propaganda proabortista pretende desligar al hombre de todo lo que concierne al embarazo creando, de este modo, en la mujer una falsa autonomía para tratar de convencerla de que el aborto es una decisión que sólo le atañe a ella.
Ahora bien, esta particular visión del problema omite dos aspectos básicos. En primer lugar, que cada hijo tiene un padre y una madre, lo cual es algo obvio pero parece que se olvida con frecuencia. Ninguna mujer empieza a ser madre sin la intervención de un hombre, que comienza así a ser el padre de esa criatura. No entraremos aquí en el tema de la fecundación artificial que, a nivel biológico, no cambia el discurso que estamos haciendo.
Por tanto, independientemente de la situación concreta que ha dado origen a un embarazo, éste ha sido posible gracias a un hombre. De ahí que su responsabilidad no puede quedar relegada en lo que se refiere a la vida que acaba de comenzar. Por eso, el intento de anular la figura del padre y plantear una cuestión tan triste como la del aborto provocado como si el hombre no tuviese nada que ver en el asunto, resulta arbitrario e injusto, tanto en relación a la vida del hijo al que se quiere eliminar, como respecto del padre y de sus deberes (morales, jurídicos y económicos) hacia ese nuevo ser humano.
Hay estudios que aseguran que los hombres sufren un gran dolor cuando sus parejas se someten a un aborto, dolor traducido en sentimientos de culpabilidad, ira, depresión y tristeza. Para aumentar el drama, si no fueron consultados por sus parejas, el sentimiento predominante suele ser la impotencia. Tanto en los hombres como en las mujeres, estas perturbaciones pueden acarrear traumas de por vida y frecuentemente la ruptura del matrimonio o de la relación de pareja.
El segundo aspecto básico a considerar es que, en ocasiones, la mujer decide abortar precisamente porque, de una u otra forma, se siente presionada por el hombre. Sería penoso reconocer que ese padre pueda ser el propio esposo. En ocasiones, acusa a la esposa del embarazo, se enfada con ella o la amenaza de diversas maneras. Este modo de reaccionar violento constituye una injusticia hacia la mujer a la que el esposo se comprometió un día a amar y hacia el hijo, que es de los dos. En otros casos, el padre es el novio o un amigo y sus presiones nacen del deseo de escabullirse de los deberes que ese hijo le va a exigir. En efecto, muchos abortos son debidos a las presiones de hombres que son incapaces de asumir sus responsabilidades y que presionan a veces de forma sutil a las mujeres precisamente en un momento en que ellas necesitan más apoyo.
Es verdad que muchos hombres no actúan de esta forma evasiva sino que, desde la honestidad y la rectitud, asumen su responsabilidad ante el inicio de la vida de sus hijos, y saben apoyar a las mujeres que comienzan su andadura de ser madres al mismo tiempo que ellos empiezan a ser padres. Por eso, a igual tarea, igual responsabilidad.
Gabriel-Ángel Rodríguez
Vicario General de Osma-Soria

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