2 mar 2014

EL DINERO DE LA IGLESIA

Folleto EVC No. 635
EL DINERO DE LA IGLESIA
R.P. Pedro Herrasti, S.M.

CURIA DEL ARZOBISPADO DE MÉXICO
SECRETARÍA DE CÁMARA Y GOBIERNO DE MÉXICO 1, D.F.
Censor NIHIL OBSTAT Pbro. Dr. José Luis Guerrero
Por disposición del Emmo Sr. Arzobispo Primado de México
se concede el IMPRIMATUR
Mons. Rutilo S. Ramos R. vicario Gral.
México, D.F., 31 de marzo de 1993

- EL DINERO DE LA IGLESIA -

El domingo 3 de enero de 1993, un joven con complejo de profeta, gritaba (porque eso no es cantar) en un programa televisivo que "el diezmo es un fraude", ante la complacencia enajenada de cientos de espectadores católicos que no reaccionan ante nada.
Ese joven, ¿habrá alguna vez pagado su diezmo para llamarse defraudado? ¿Sabrá, el pobre, cuánto se colecta Ven qué se emplea el diezmo?
El hecho es que los enemigos de la Iglesia la atacan sobre todo por el lado de la economía. Al contemplar la suntuosidad de catedrales, santuarios y basílicas, protestan airadamente de "la riqueza de la Iglesia".
Para explicar un poco dicha situación, será preciso antes que nada aclarar lo que se entiende por Iglesia al atacarla. Los que rechazan las riquezas de la Iglesia, en realidad están hablando de la jerarquía eclesiástica, del clero, olvidando evidentemente que la Iglesia somos 850 millones de católicos en el mundo, de los cuales las tres cuartas partes son de muy escasos recursos por pertenecer al llamado hasta hace poco "tercer mundo". Si a esas vamos, podríamos decir con toda justicia que la Iglesia Católica es pobre de solemnidad.

EL CLERO Y EL DINERO.
Dejemos a un lado la Iglesia Católica formada por millones de católicos que viven sencillamente, a veces en austeridad y aún en pobreza o miseria, y enfoquemos el problema con los ojos de los enemigos, o sea, en la riqueza que acumula el clero, del Papa hacia abajo.
Ciertamente no podemos menos de sentirnos impactados al contemplar espléndidos edificios como nuestra Catedral Metropolitana, la mejor de Latinoamérica y maravilla arquitectónica, o la nueva Basílica de Guadalupe, con su revolucionaria arquitectura (rechazada por numerosos católicos de ideas un tanto conservadoras, pero que es estupendamente funcional) y tantos templos y conventos de la época colonial, en todas las ciudades importantes de nuestra patria.
La impresión de asombro aumenta en aquellos que han tenido oportunidad de viajar a Europa y se encuentran con monumentos como la Catedral de Burgos, la de Notre Dame en París o sobre todo con la Basílica de San Pedro en Roma.
Todo esto habla de mucha riqueza: ¿cuánto vale la Catedral de México?, ¿Cuánto San Pedro en Roma? Y estamos tentados a sacar falsas conclusiones...

UNA ANECDOTA.
En una ocasión, el P. Amancio Albillos, de la Sociedad de María, español fidelísimo a la Iglesia, ingresó a la Catedral de Notre Dame, en París, acompañado de un anticlerical. Al ver la suntuosa construcción, el acompañante exclamó indignado: "¡Ah, el poder aplastante de la Iglesia!" El Padre Albillos respondió ciertamente indignado muy a la española: "¡Imbécil! Es el resultado de la fe de un pueblo que sabe adorar a Dios"
Podríamos decir lo mismo de los templos que vemos por el mundo, católico o no. La fe de los humanos se ha expresado desde siempre en los mejores monumentos arquitectónicos de la humanidad, desde Luxor y Karnak del antiguo Egipto, hasta la catedral protestante de San Juan el Divino en Nueva York, pasando por los templos prodigiosos de Kyoto en Japón, o de Benares en la India. Todas las civilizaciones de la historia (Teotihuacán o Palenque, etc...) han adorado al Dios verdadero o a sus divinidades paganas con lo mejor de su arte y arquitectura. La fe católica no tendría porqué ser una excepción, sobre todo sabiendo como sabemos que Jesucristo permanece oculto pero muy realmente en el Santísimo Sacramento del Altar y que en cada Misa se renueva el Sacrificio del Calvario.¡Nada es bastante para honrar a Dios!
Tal vez las pirámides de Egipto fueron construidas por cientos de miles de esclavos explotados por megalómanos faraones, pero los templos católicos han sido levantados por trabajadores normales, que han devengado su sueldo y en no pocas ocasiones han trabajado voluntariamente como ofrenda a nuestro Señor. La fe hace cosas así. Aquellas maravillosas catedrales góticas europeas fueron levantadas por generaciones de albañiles y talladores, que se pasaban de padres a hijos el oficio y el honor de estar colaborando en una bella obra digna de la Divinidad, mientras el costo de esas ingentes obras, corría a cargo de nobles y ricos, sin cuya colaboración hubiera sido imposible su realización.
Todos colaboraban sabiendo de antemano que ellos no verían el resultado de sus esfuerzos. Generaciones venideras de católicos gozarían de la belleza del templo y adorarían a Dios allí donde ellos ofrecieron su talento y su vida.
Ahora queremos todo instantáneo. Aquellos tuvieron fe en la eternidad de la Iglesia. Nuestra Catedral fue comenzada en el siglo 16 y no fue terminada sino hasta el 19. Nosotros podemos asistir a Misa en Chartres, San Pedro en Roma o en nuestra Catedral gracias a la fe y a la entrega de nuestros antepasados. El que carece de fe no puede comprender esto.

PRIMER ERROR.
El primer error de apreciación es creer que los templos son del clero. En realidad los ha construido el pueblo de Dios y son del pueblo de Dios. Por cientos de años los católicos hemos ingresado a la Basílica antigua y ahora a la nueva a dar culto a Dios y a la virgen Santísima, como quien entra a su casa. Los peldaños desgastados dan testimonio de ello. Y nadie ha pensado que se está metiendo a la casa de un cura o de un obispo. Son patrimonio no tan solo de la Iglesia Católica, sino de la humanidad entera. ¡Si se cobrará la entrada a los turistas como se hace en el Templo Mayor azteca o en el Museo de Antropología!, ¡Eso sí que sería negocio! La Iglesia Católica tiene abiertos sus templos, con todas sus obras de arte al alcance de todos los fieles (o simples turistas), porque son nuestros, de todos sin distinción. No son del clero. Hay en los templos alcancías, pero el que no quiere no deposita nada. ¡Y lo que cuesta el mantenimiento de un templo!
SEGUNDO ERROR.
Una segunda equivocación consiste en calcular (con absoluta ignorancia) el dinero que colecta el clero por su ministerio o por sus alcancías, sin considerar el empleo de dicho dinero. En primer lugar se cree que las colectas son fabulosas (¡pura morralla!) y en segundo lugar no importa tanto si entran millones como el uso que se hace con ellos.
TERCER ERROR.
Olvidamos la historia de México. En tiempos de la colonia, la Iglesia, o si se quiere, el clero, sostenía toda la beneficencia pública. Desde la Universidad hasta los asilos de ancianos, dependían de la administración eclesiástica. Basta leer el Folleto EVC titulado "Lo que el Clero ha hecho en bien del pueblo", para darse cuenta de la inmensa labor humanitaria que se desarrollaba. Naturalmente para sostener tantas obras, la Iglesia tenía inmensas posesiones.
Con las leyes de Reforma, el gobierno liberal expropió todas esas posesiones, dejando al pueblo sin atención a sus necesidades, por carecer todavía de la infraestructura adecuada. Baste recordar que la Universidad Pontificia, fundada desde 1553 y suprimida arbitrariamente de un plumazo, no pudo ser reabierta sino hasta 1929 por José Vasconcelos. El Clero, tanto diocesano como los religiosos, no tan solo se vieron privados de sus obras y templos, sino que además sufrieron cruenta persecución, sobreviviendo a duras penas, en la más absoluta de las pobrezas.
Gracias a la "paz" acordada entre el presidente Portes Gil y el Episcopado mexicano, la Iglesia, clero y fieles, se reorganizaron y empezaron de nuevo, tercamente, sus obras de caridad, y de cultura. Escuelas, dipensarios, hospitales, orfanatorios, asilos, academias, etc... fueron surgiendo de la laboriosidad infatigable del clero y de los religiosos, hasta la fundación de auténticas Universidades, formadoras de magníficos profesionistas.

EL PORQUE DEL PROGRESO.
Por lo general el clero, a diferencia de instituciones oficiales administra bien los recursos económicos y trabaja infatigablemente.
El pueblo fiel bien lo sabe. Los padres de familia prefieren enviar a sus hijos a una escuela de Religiosas que a una secundaria oficial, sabiendo que la educación recibida será infinitamente superior y que abarcará además los valores morales y cristianos que ellos desean. Dadas las circunstancias educativas en México, deberán pagar por ello, porque la Secretaría de Educación Pública no incluye las escuelas particulares en su presupuesto. El mexicano debe sostener con sus impuestos, mal administrados, la educación oficial y además, si puede, pagar una escuela particular o religiosa.
Parece que los principios de la libre empresa, tan apreciados en nuestra patria, son pecado aplicados a la educación o al culto. Nadie está obligado a enviar a sus hijos a una escuela "de paga" que cobre muy caro, como tampoco está obligado a celebrar los 15 años de una hija en un templo que cobre demasiado por la ceremonia. Se puede escoger otra escuela u otro templo, como se puede escoger un cine más barato sin tener porqué acusar al caro de ladrón. Hay restaurantes lujosísimos y fondas baratísimas. Cada quien puede escoger entre darse un lujo caro o comer una "comida corrida".
Nadie está obligado a casarse en la Basílica de Guadalupe o enviar a sus hijos a la Universidad Iberoamericana. Y debernos considerar que el sostenimiento de esa clase de obras comporta gastos insospechados por el común de los fieles. En muchas ocasiones grandes colegios, hospitales, asilos, etc. tienen que recurrir a donadores especiales o a fundaciones internacionales para poder sobrevivir, porque los ingresos normales ciertamente no alcanzan a cubrir los gastos. Así trabajan las obras de la Iglesia ¡y son atacadas sin misericordia!
EL PROBLEMA DEL DIEZMO.
Aquel muchacho rebelde e ignorante que gritaba que el diezmo es un fraude, realmente no sabe lo que está diciendo.
Habrá que pregúntale:
¿Sabes lo que se colecta por el diezmo?
¿Sabes cuántos seminaristas sostiene el obispo?
¿Sabes cuánto cuesta cada seminarista al mes?
¿Sabes todas las personas que trabajan para la diócesis y que cobran sueldo?
¿Tienes idea de cuántas obras de caridad sostiene el obispo?
En una palabra: ¿qué sabes de La administración del diezmo?
Mientras que hay iglesias protestantes que exigen el 10% bruto de los ingresos a su fieles, la Iglesia Católica propone el equivalente a la trescientos sesentaicincoava parte de tus ingresos. ¡Muy lejos del estricto diezmo! y además, Madre amorosa, excluye automáticamente a los que no puedan darlo. ¿Dónde está el fraude?, ¿Dónde la explotación? Además: ¿Quién debe sostener las necesidades de la diócesis sino los católicos de la misma?

LA BENEFICENCIA Y LA IGLESIA.
Siendo el fin propio de la Iglesia la santificación y salvación eterna de la humanidad ("Id y bautizad a todas las naciones" Me.16,15), siempre se ha preocupado, desde los tiempos apostólicos, de socorrer a los pobres y desamparados.
Hemos anotado que en tiempos de la colonia, el clero administraba totalmente la beneficencia pública y cómo a partir de las leyes de reforma y muy lentamente, el gobierno ha ido organizando dicha obra.
En los tiempos actuales, cuando la Iglesia emprende la construcción de un gran templo, como la Basílica de Guadalupe, no faltan los opositores aún dentro de la Iglesia, que opinan que ese dinero podría darse mejor a los pobres en obras como hospitales, orfanatorios, etc.
Sin embargo, demográficamente la población mexicana es 90% católica, o sea, Iglesia Católica. Y todos pagamos impuestos con los cuales el gobierno ha podido edificar todos los hospitales, dispensarios, casas de interés social, centros de recuperación, etc,. Bien podemos decir, con toda justicia, que la Iglesia Católica sostiene, como antes, las obras de beneficencia. Lo único que ha cambiado es el organismo administrador: antes era el clero y ahora es el gobierno. Y en todas esas obras, los médicos, enfermeras, empleados, maestros, educadoras, psicólogos, etc., son católicos en su mayoría,
Cada clínica del Seguro Social cuesta mucho más, sin comparación, que la Basílica de Guadalupe. La iglesia católica (los mexicanos todos) sostenemos ambas cosas.
Así pues, la Iglesia ya está cumpliendo, tal vez sin darse cuenta, con las obras de misericordia que nos manda el Evangelio. Y la construcción de templos y obras particulares, son logradas con las aportaciones extras voluntarias de los católicos, cosa que el gobierno no tiene en mente.

LOS COCHES DEL SACERDOTE.
En cuántas ocasiones se ha oído la crítica mordaz de los coches "último modelo" de los sacerdotes y es preciso aclarar dos puntos: en primer lugar, los sacerdotes son profesionistas al igual que un arquitecto o licenciado y nadie critica a uno de éstos, sino que les envidia, por estrenar coche.
En segundo lugar, de la experiencia hablamos, el clero en su inmensa mayoría, emplea autos compactos de los cuales, aunque sean nuevos, no se puede decir que sean de lujo.
El sacerdote no solo tiene derecho sino necesidad, de usar un auto decente y no ha robado a nadie para comprarlo. La Sagrada Familia en Nazaret usaba un burrito, que es el equivalente a un auto compacto de nuestros tiempos. San José no era un miserable: tenía un oficio y era honrado y trabajador.

El COSTO DE LAS CEREMONIAS.
Los Sacramentos de la Iglesia no se venden. No tienen precio. Querer comprar o vender, por ejemplo, el Cuerpo de Cristo, es un absurdo. La Gracia Divina es invaluable pues consiste en la participación de la misma Vida Divina. Pero la ceremonia en la que se confieren los Sacramentos sí tiene un costo que evidentemente debe pagar el que lo solicita.
En una Misa de Bodas, los dos Sacramentos: Eucaristía y Matrimonio, son absolutamente gratuitos. Pero el sacerdote oficiante es un profesionista que merece sus honorarios. ¿Cuánto gana un médico en una hora?, ¿Cuánto vale una hora de trabajo de un arquitecto o de un sicólogo?
Lo que percibe el ministro del Sacramento se llama "estipendio" por no llamarlo limosna o propina.
Pero además las bodas incluyen muchas cosas que hay que pagar honestamente: flores, cantores, alfombras, luz, empleados, trámites, limpieza, etc... El mantenimiento de un templo también exige cosas como impermeabilización, reparaciones, reformas, que deben salir, de los usuarios. Eso es común en restaurantes, cines, teatros, hospitales, transportes, etc. En un restaurante por ejemplo, no tan solo estamos pagando el costo de los alimentos sino todo el servicio y el inmueble.
Cuando en una boda se piensa gastar 25,OOO nuevos pesos en el banquete, el presupuesto para la Iglesia se piensa no debe pasar de cien o doscientos so pena de acusar al sacerdote de "dinerero".

LOS SERVICIOS GRATUITOS DEL CLERO.
Podemos decir que el sacerdote vive de las ceremonias, porque es el momento en que el fiel recompensa a su ministro de todo lo que hace por la feligresía. Es cuando el sacerdote percibe algo por las horas gratuitas en el confesionario, por las consultas interminables, en su oficina, por los cursos o pláticas, por el tiempo empleado en administrar la parroquia a su cargo, por las visitas a los enfermos, a los hospitales por las horas de estudio y las mil actividades que consumen sus días. Tan solo en las ceremonias es cuando la gente contribuye al sostenimiento de sus sacerdotes.

LAS CARIDADES DE LOS SACERDOTES.
Las parroquias tienen siempre entre sus habitantes a gente pobre que el sacerdote ayuda de mil maneras: desde conseguir un trabajo, hasta colocar en una maternidad a una madre soltera, pasando por la ayuda en efectivo a familias necesitadas.
Llegan a las parroquias, continuamente, personas auténtica o falsamente necesitadas y no es fácil distinguir unas de otras. A veces mientras la historia es más dramática es más falsa. El sacerdote ayuda a muchas de ellas, dejando a Dios el juicio de las intenciones.
A diferencia de otras instituciones o personas, no se acostumbra en la Iglesia pregonar las limosnas repartidas, de las acciones hechas en bien de los desheredados. "Que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha" dijo el Señor Jesús.
Aparte de las caridades y obras sacerdotales, existen en la Iglesia dos organismos perfectamente establecidos para socorrer a los marginados: el primero de ellos nació a raíz del terremoto del 85 para dotar de albergue, comida y construir casas para los damnificados. Se llama Fundación para Ayuda de la Comunidad (FAC) y sin bombo ni platillo ha entregado cientos de habitaciones. Sus oficinas están en Temístocles 33 Col. Polanco, con teléfono 545 6966.
A nivel Nacional existe la Comisión Episcopal de Pastoral Social (CEPS), que canaliza las aportaciones de los católicos particulares e instituciones para impulsar grandes proyectos en provecho de comunidades necesitadas por toda la República. Tiene su sede en Tintoreto 106, a una cuadra de la Plaza de Toros y su teléfono es el 563 1604. Apoyar a FAC o CEPS es el mejor medio de garantizarla eficacia de la caridad, basándose en el profesionalismo y honestidad de esas instituciones.

LA RIQUEZA DEL VATICANO.
Por siglos, el Vaticano ha proyectado una aura de inmenso esplendor no tan solo por su Basílica, la más grande y hermosa del mundo, sino por los invaluables tesoros artísticos de sus museos.
Millones de peregrinos o simples turistas acuden cada año, católicos o no católicos y sienten la grandeza y el poder de la Iglesia Católica. Muchos dan gracias a Dios y lo alaban por tanta belleza, pero también muchos atacan ferozmente la riqueza del Vaticano y en especial del Papa.
Sin embargo, habiendo sobrevivido las invasiones de los bárbaros, las incontables persecuciones y plagas, los dolorosos cismas y las guerras, el Vaticano está en quiebra debido al aumento de los costos de la creciente burocracia administrativa. Los egresos exceden con mucho a los ingresos.
En el año de 1986, por ejemplo, tuvo $57.3 millones de dólares obtenidos de diversas fuentes como son las limosnas por las ceremonias, venta de publicaciones, anuncios en el periódico L' Osservatore Romano, venta de videocasetes y los sorprendentemente bajos intereses de sus inversiones ($18 millones). Con inversiones de $500 millones, el Vaticano tiene menos recursos que muchas universidades de Estados Unidos.
Pero los gastos fueron más del doble: $114 millones. El déficit tremendo fue cubierto con una colecta especial llamada "El Obolo de San Pedro" que es efectuada anualmente en toda la Iglesia y que debería ser destinada a las Misiones y Obras de Caridad.
Los salarios y la renta de computadoras están agotando los recursos del Papa. La caída del dólar ha empeorado las cosas porque una tercera parte del ingreso proviene de Estados Unidos. Hubo una pérdida del l0% a pesar de que las colectas norteamericanas subieron 28.5%.
Curiosamente, estas estrecheces económicas, vienen al mismo tiempo que un aumento notable de vitalidad en la Iglesia, con un incremento de 7% de fieles desde 1980. Los viajes del Papa, especialmente a los países del Tercer Mundo, han elevado el número de católicos en Africa y Asia, particularmente en Nigeria e India.
Sin embargo, este aumento no ha repercutido en un aumento de ingresos. Tanto las Diócesis como las Ordenes Religiosas, deben subsistir por sí mismas, sosteniendo seminarios, Universidades, hospitales, misiones, etc...
Al aplicar las conclusiones del Concilio Vaticano II, los gastos del Vaticano se duplicaron. El 57% del total de los gastos, son los salarios de los trabajadores y empleados. Hasta hace muy poco, por ejemplo, una religiosa dedicada a la investigación, ganaba la mitad que un laico de la misma categoría. 1700 de los 2300 empleados de la Santa Sede son clérigos mientras que la mayor parte de, los 1300 empleados de la Ciudad del Vaticano, son laicos.
Los pensionados del Vaticano son una carga muy pesada ya que comportan nada menos que $9 millones de dólares. La Radio Vaticano, que transmite programas en 34 idiomas a todo el mundo, tiene 50, reporteros de 20 nacionalidades distintas. y no admite anuncios comerciales. Igualmente el diario L'Osservatore Romano edita en sus anticuadas imprentas, diariamente la versión italiana y una vez a la semana ediciones internacionales en varios idiomas. Ambos medios de difusión cuestan mucho más que sus ingresos.
Cerca de $800,000 son gastados en la cobertura de los viajes apostólicos del Papa. Aparte de eso, los viajes no cuestan al Vaticano casi nada: una docena de boletos de avión para la comitiva papal. El resto lo pagan las Diócesis visitadas y los gobiernos de los países.
El Vaticano podría teóricamente salir de deudas vendiendo algunas de sus 18,000 obras de arte, pero el Cardenal Aprio expresa el sentir general: "pertenecen a la humanidad". En los libros de cuentas los billones de dólares en obras de arte, aparecen con el valor de una lira.
En el siglo 19, el Papa recibía impuestos de sus extensos Estados Pontificios, pero en 1870 le fueron expropiados y el Papa quedó prisionero en el vaticano. En 1929 Mussolini y Pío XI acordaron la "Reconciliación" reconociendo la soberanía del vaticano y otorgándole una compensación de $92 millones por los estados confiscados.
Este dinero se empleó en la construcción de edificios y la adquisición de oro y acciones. La reserva de oro no ha sido tocada y en el mercado de valores, lo más importante serían las propiedades de la Santa Sede. Posee más de 30 edificios en Ramo y en toda Italia, algunos en magníficas localizaciones. Pero muchos de estos edificios están rentados a muy poco precio sobre todo al personal de la Iglesia. Había que incluir docenas de embajadas en todo el mundo, que no producen un centavo, al igual que el Hospital Pediátrico del Niño Jesús.
Los 1700 apartamentos del Vaticano en Roma, son para empleados, tanto laicos como clérigos, que pueden tener un estudio cerca de San Pedro por tan solo $150 al mes, que es menos de la mitad del precio normal.
Por otro lado las Congregaciones (oficinas del Vaticano para determinadas comisiones) y otros departamentos ocupan edificios enteros sin pagar renta.
En resumidas cuentas, la Santa Sede colecta $4.6 millones al año, pero después de deducir el mantenimiento de los edificios gana tan solo $2.7.
El Vaticano ganó $15 millones de sus $150 millones en acciones. Todas las finanzas del Vaticano son manejadas por APSA (Administración del Patrimonio de la Santa Sede) cuyo jefe es Benedetto Argentieri, laico experto en el mercado común y que tiene un staff de 26 laicos profesionales.
Ellos manejan cerca de $l00 millones en acciones repartidas en varias empresas, como la Fiat o la Agencia de Seguros "Generale Assicurazione". Actúan de modo muy conservador, sin exponer demasiado y esta política dio resultado, porque en el crash de octubre del 87, el Vaticano perdió tan solo $3 millones.
El Vaticano vivía de las ganancias de APSA hasta los años sesentas, pero a partir de entonces ha tenido que recurrir al "Obolo de San Pedro" y en 1981 aún esto no fue suficiente.
Existe también el Banco Vaticano que es una especie de caja de ahorros de los religiosos y también institución de préstamos. Paga pocos intereses y presta dinero muy barato a Diócesis e Institutos Religiosos por todo él mundo, principalmente para la construcción de iglesias y escuelas.
Ocupa una antigua torre romana que fue mazmorra y tiene tan sólo 13 empleados. Actualmente el Banco gana 3 ó 4 millones anuales, lo que es tan sólo una parte de lo que ganaba en 1970.
Los Cardenales están divididos acerca de cómo reunir fondos necesarios. Hay varias ideas en discusión. Nuestro Cardenal Corripio Ahumada es parte de la comisión de economía del Vaticano. Y de mientras, los católicos de todo el mundo se preguntan cómo el Vaticano, fuente de pompa e inspiración, el corazón de la Iglesia, ha caído en tiempos tan duros.
No debemos olvidar que el Vaticano es un Estado independiente, que no recibe subsidios o impuestos de parte del Gobierno Italiano. Y no tan sólo el número de católicos (850 millones) sino el auge por las conversiones, exige una administración eficiente, que deben evidentemente sostener los mismos católicos de todo el mundo.
El Papa hace milagros con los fondos que percibe. Muchos empresarios se preguntan cómo puede hacer tanto con tan poco personal y tan poco presupuesto. No debe impresionarnos, como en el caso de nuestra Diócesis, el monto de los ingresos, sino la administración de ellos.
La grandiosidad de ciertos templos y la pompa de ciertas ceremonias, son patrimonio no tan solo de los católicos, sino de todo el mundo. Todos podemos visitar catedrales, basílicas y templos, admirando el legado de nuestros ancestros en la fe, gratuitamente, pudiendo participar en cualquier ceremonia sin aportar un céntimo.
¡PODEMOS DECIR QUE NUESTRA IGLESIA VIVE DE LIMOSNA!

LAS LIMOSNAS.
"¿No sabéis que los que desempeñan funciones sagradas viven del Templo y los que sirven al altar del altar participan? Así también ha ordenado el Señor, que los que anuncian el Evangelio vivan del Evangelio" (la. Cor. 9:13-14)
Los Sacerdotes son atacados por propios y extraños por múltiples motivos, pero de todos ellos tal vez el más frecuente es el del dinero.
Un Sacerdote es un PROFESIONISTA; estudia y trabaja mucho más que un médico o un ingeniero. La mayor parte del tiempo de un Sacerdote es consumido por los fieles en la celebración de la Santa Misa, confesiones, consultas, juntas, conferencias, pláticas, organización de los grupos parroquiales, etc., y por todo ello, cuando bien le va recibe un ¡gracias, Padre!
Hay muchas personas que creen que las limosnas que se recogen en las Misas suman millones; lo que suman son kilos de morralla; se da de limosna lo que no nos atreveríamos a dejar de propina.
De todos los ingresos de una Parroquia, el Sr. Cura sostiene empleados, debe separar una parte para los gastos de la Diócesis, mantenimiento del Templo, etc., y ¡sólo Dios sabe, cuántas personas pobres dependen de la ayuda de los Sacerdotes! Así pues, hacemos una verdadera exhortación a los fieles a que sean GENEROSOS con sus limosnas, pues hay un hecho: la Iglesia Católica, debe vivir de los católicos.
No debemos olvidar el encomendar a nuestros amados Sacerdotes en nuestras oraciones, para que Dios Nuestro Señor los haga SANTOS.

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