28 de marzo de 2012
El Santo Padre presidió a las 9.00 de la mañana la Misa concelebrada en la plaza de la Revolución de La Habana “José Martí”, ante miles de fieles llegados para la ocasión de toda Cuba. Ofrecemos a continuación algunos extractos de la homilía de Benedicto XVI:
(…) “«Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres». En este texto del Evangelio que se ha proclamado, Jesús se revela como el Hijo de Dios Padre, el Salvador, el único que puede mostrar la verdad y dar la genuina libertad. Su enseñanza provoca resistencia e inquietud entre sus interlocutores. (…) Aun así, los conmina a creer, a mantener la Palabra, para conocer la verdad que redime y dignifica”.
“En efecto, la verdad es un anhelo del ser humano, y buscarla supone siempre un ejercicio de auténtica libertad. Muchos, sin embargo, prefieren los atajos e intentan eludir esta tarea. Algunos, como Poncio Pilato, ironizan con la posibilidad de poder conocer la verdad, proclamando la incapacidad del hombre para alcanzarla o negando que exista una verdad para todos. Esta actitud, como en el caso del escepticismo y el relativismo, produce un cambio en el corazón, haciéndolos fríos, vacilantes, distantes de los demás y encerrados en sí mismos. Personas que se lavan las manos como el gobernador romano y dejan correr el agua de la historia sin comprometerse”.
“Por otra parte, hay otros que interpretan mal esta búsqueda de la verdad, llevándola a la irracionalidad y al fanatismo, encerrándose en «su verdad» e intentando imponerla a los demás. (…) Sin embargo, quien actúa irracionalmente no puede llegar a ser discípulo de Jesús. Fe y razón son necesarias y complementarias en la búsqueda de la verdad. Dios creó al hombre con una innata vocación a la verdad y para esto lo dotó de razón. No es ciertamente la irracionalidad, sino el afán de verdad, lo que promueve la fe cristiana”. (...)
“Además, la verdad sobre el hombre es un presupuesto ineludible para alcanzar la libertad, pues en ella descubrimos los fundamentos de una ética con la que todos pueden confrontarse, y que contiene formulaciones claras y precisas sobre la vida y la muerte, los deberes y los derechos, el matrimonio, la familia y la sociedad, en definitiva, sobre la dignidad inviolable del ser humano. Este patrimonio ético es lo que puede acercar a todas las culturas, pueblos y religiones, las autoridades y los ciudadanos, y a los ciudadanos entre sí, a los creyentes en Cristo y a quienes no creen en Él”.
“El cristianismo, al resaltar los valores que sustentan la ética, no impone, sino que propone la invitación de Cristo a conocer la verdad que hace libres. (…) En Cristo hallamos la verdad sobre Dios y sobre el hombre. Él nos ayuda a derrotar nuestros egoísmos, a salir de nuestras ambiciones y a vencer lo que nos oprime. El que obra el mal, el que comete pecado, es esclavo del pecado y nunca alcanzará la libertad. Sólo renunciando al odio y a nuestro corazón duro y ciego seremos libres, y una vida nueva brotará en nosotros”. (…)
“La Iglesia vive para hacer partícipes a los demás de lo único que ella tiene, y que no es sino Cristo, esperanza de la gloria. Para poder ejercer esta tarea, ha de contar con la esencial libertad religiosa, que consiste en poder proclamar y celebrar la fe también públicamente, llevando el mensaje de amor, reconciliación y paz que Jesús trajo al mundo. Es de reconocer con alegría que en Cuba se han ido dando pasos para que la Iglesia lleve a cabo su misión insoslayable de expresar pública y abiertamente su fe. Sin embargo, es preciso seguir adelante, y deseo animar a las instancias gubernamentales de la Nación a reforzar lo ya alcanzado y a avanzar por este camino de genuino servicio al bien común de toda la sociedad cubana”.
“El derecho a la libertad religiosa, tanto en su dimensión individual como comunitaria, manifiesta la unidad de la persona humana, que es ciudadano y creyente a la vez. Legitima también que los creyentes ofrezcan una contribución a la edificación de la sociedad. Su refuerzo consolida la convivencia, alimenta la esperanza en un mundo mejor, crea condiciones propicias para la paz y el desarrollo armónico (…). Cuando la Iglesia pone de relieve este derecho, no está reclamando privilegio alguno. Pretende sólo ser fiel al mandato de su divino fundador, consciente de que donde Cristo se hace presente, el hombre crece en humanidad (...). Por eso, ella busca dar este testimonio en su predicación y enseñanza, tanto en la catequesis como en ámbitos escolares y universitarios. Es de esperar que pronto llegue aquí también el momento de que la Iglesia pueda llevar a los campos del saber los beneficios de la misión que su Señor le encomendó y que nunca puede descuidar”.
“Ejemplo preclaro de esta labor fue el insigne sacerdote Félix Varela, educador y maestro, hijo ilustre de esta ciudad de La Habana, que ha pasado a la historia de Cuba como el primero que enseñó a pensar a su pueblo. El Padre Varela nos presenta el camino para una verdadera transformación social: formar hombres virtuosos para forjar una nación digna y libre, ya que esta trasformación dependerá de la vida espiritual del hombre, pues «no hay patria sin virtud». Cuba y el mundo necesitan cambios, pero éstos se darán sólo si cada uno está en condiciones de preguntarse por la verdad y se decide a seguir el camino del amor, sembrando reconciliación y fraternidad”.
Encuentro del Papa con el ex presidente Fidel Castro
Después de presidir la Misa en la Plaza de la Revolución de La Habana, Benedicto XVI se encontró en la nunciatura apostólica con el ex presidente cubano, Fidel Castro.
“He tomado la decisión de pedir algunos momentos de su tiempo, que sé está lleno de compromisos -había dicho Castro- cuando supe que le habría agradado este modesto y sencillo contacto”. El encuentro, según informa Radio Vaticana, duró alrededor de media hora. El ex presidente dijo al Santo Padre que le había agradado mucho la beatificación de Madre Teresa de Calcuta, gran benefactora de Cuba, y la de Juan Pablo II, “un hombre que al entrar en contacto especialmente con los niños y los humildes del pueblo suscitaba invariablemente sentimientos de afecto”. Por su parte, Benedicto XVI habló de su alegría por estar en Cuba y de la cordialidad con que había sido acogido.
Fidel Castro planteó al Papa algunas cuestiones sobre los cambios en la liturgia y el papel del pontífice. Benedicto XVI respondió hablando de los encuentros con los pueblos y del servicio a la Iglesia universal. El ex presidente abordó también la difícil situación de la humanidad en nuestra época, y el Papa se refirió a la falta de reconocimiento de la presencia de Dios y a la importancia fundamental de la relación entre fe y razón. Al final, Castro pidió al pontífice que le enviase algunos libros para profundizar mejor los temas afrontados en el encuentro, y Benedicto XVI respondió diciendo que pensará qué textos mandarle. Por último, el ex presidente presentó al Papa a su mujer y dos de sus hijos.
Ceremonia de despedida
Benedicto XVI se despidió de Cuba recordando la profunda huella que esa nación dejó en su predecesor, el beato Juan Pablo II, cuando la visitó como “mensajero de la verdad y la esperanza”. El pontífice reiteró que había ido a Cuba como peregrino de la caridad para dar gracias a la Virgen María, que acompaña el camino de la Iglesia en la isla e infunde ánimos a todos los cubanos para que, “de la mano de Cristo, descubran el genuino sentido de los afanes y anhelos que anidan en el corazón humano, y alcancen la fuerza necesaria para construir una sociedad solidaria, en la que nadie se sienta excluido”.
En el aeropuerto José Martí, de La Habana, -al que llegó aclamado durante el trayecto en papamóvil por decenas de miles de personas-, el Santo Padre agradeció al presidente de Cuba y a las demás autoridades del país “el interés y la generosa colaboración dispensada” para el buen desarrollo de su viaje. También dio las gracias a la conferencia episcopal y a cuantos han contribuido a esta visita sin escatimar esfuerzos ni sacrificios. “Me llevo en lo más profundo de mi ser -dijo- a todos y a cada uno de los cubanos, que me han rodeado con su oración y afecto, brindándome una cordial hospitalidad y haciéndome partícipe de sus más hondas y justas aspiraciones”.
Video con las palabras íntegras en el discurso de despedida
“Vine aquí como testigo de Jesucristo, convencido de que, donde Él llega, el desaliento deja paso a la esperanza, la bondad despeja incertidumbres y una fuerza vigorosa abre el horizonte a inusitadas y beneficiosas perspectivas”, afirmó el Santo Padre. Y manifestó el deseo de que el mensaje de salvación de Cristo fortalezca el entusiasmo y la solicitud tanto de los obispos cubanos como de cuantos colaboran con ellos en la tarea de evangelización, sobre todo de los laicos, para que “intensificando su entrega a Dios en medio de sus hogares y trabajos, no se cansen de ofrecer responsablemente su aportación al bien y al progreso integral de la patria”.
“El camino que Cristo propone a la humanidad, y a cada persona y pueblo en particular, en nada la coarta, antes bien es el factor primero y principal para su auténtico desarrollo. Que la luz del Señor, que ha brillado con fulgor en estos días, no se apague en quienes la han acogido y ayude a todos a estrechar la concordia y a hacer fructificar lo mejor del alma cubana, sus valores más nobles, sobre los que es posible cimentar una sociedad de amplios horizontes, renovada y reconciliada. Que nadie se vea impedido de sumarse a esta apasionante tarea por la limitación de sus libertades fundamentales, ni eximido de ella por desidia o carencia de recursos materiales. Situación que se ve agravada cuando medidas económicas restrictivas impuestas desde fuera del País pesan negativamente sobre la población”.
“Concluyo aquí mi peregrinación, pero continuaré rezando fervientemente para que ustedes sigan adelante y Cuba sea la casa de todos y para todos los cubanos, donde convivan la justicia y la libertad, en un clima de serena fraternidad. El respeto y cultivo de la libertad que late en el corazón de todo hombre es imprescindible para responder adecuadamente a las exigencias fundamentales de su dignidad, y construir así una sociedad en la que cada uno se sienta protagonista indispensable del futuro de su vida, su familia y su patria”.
“La hora presente reclama de forma apremiante que en la convivencia humana, nacional e internacional, se destierren posiciones inamovibles y los puntos de vista unilaterales que tienden a hacer más arduo el entendimiento e ineficaz el esfuerzo de colaboración. Las eventuales discrepancias y dificultades se han de solucionar buscando incansablemente lo que une a todos, con diálogo paciente y sincero, comprensión recíproca y una leal voluntad de escucha que acepte metas portadoras de nuevas esperanzas”.
“¡Cuba -exclamó el pontífice- reaviva en ti la fe de tus mayores, saca de ella la fuerza para edificar un porvenir mejor, confía en las promesas del Señor, abre tu corazón a su Evangelio para renovar auténticamente la vida personal y social!”
“A la vez que les digo mi emocionado adiós, pido a Nuestra Señora de la Caridad del Cobre que proteja con su manto a todos los cubanos, los sostenga en medio de las pruebas y les obtenga del Omnipotente la gracia que más anhelan. ¡Hasta siempre, Cuba, tierra embellecida por la presencia materna de María! Que Dios bendiga tus destinos”.
Después de su discurso, Benedicto XVI emprendió el regreso a Roma, adonde llegó esta mañana a las 10.30, tras un viaje de 10 horas y media de duración.
Extraído de http://actualidadyanalisis.blogspot.com
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