8 ene 2012

FRASES DEL BEATO JUAN PABLO II


JPII

















¡No tengáis miedo! ¡Llevad por doquier, a tiempo y a destiempo, la potencia de la Cruz para que todos, también gracias a vosotros, puedan seguir viendo y creyendo en el Redentor del hombre!.
Cómo han cambiado los jóvenes de hoy con respecto a los de hace veinte años. ¡Cómo ha cambiado el contexto cultural y social en el que vivimos! Pero Cristo no, ¡Él no ha cambiado! Él es el Redentor del hombre ayer, hoy y siempre!.
Si vuestra fe depende únicamente de fragmentos de tradición, de buenos sentimientos o de una genérica ideología religiosa, no seréis capaces de aguantar el choque con el ambiente.
No es suficiente “hablar” de Jesús a los jóvenes universitarios: hay que hacer que lo “vean” a través del testimonio elocuente de la vida.
la Reconciliación comporta «una purificación, tanto en los actos del penitente que abre su conciencia porque advierte una gran necesidad de ser perdonado y regenerado, como en la efusión de la gracia sacramental que purifica y renueva.
Una parroquia evangelizadora debe ser ante todo una parroquia en la que sus diferentes miembros, ministerios y carismas, viven en comunión.
Para el creyente, Cristo es el «intérprete» de la historia.
Los jóvenes son la esperanza de la humanidad: tienen que poder crecer, por tanto, en un clima de constante y concreta educación en la paz.
Cuanto más se vive en Cristo, mejor se sirve a Cristo en los demás, llegando incluso a los lugares más lejanos para realizar la misión y afrontando los mayores desafíos.
Sólo con la fidelidad alegre a Cristo y con una atrevida proclamación de Él como Señor –un testimonio arraigado en su mandamiento de ir y hacer discípulos a todas las gentes– podréis ayudar a los demás a conocerle a él.
En un mundo en el que las sombras de pobreza, injusticia y secularismo se ciernen sobre todos los continentes, es más urgente que nunca la necesidad de auténticos discípulos de Jesucristo.
Encontrad en Cristo crucificado y resucitado el valor para evangelizar a nuestro mundo tan probado por divisiones, odios, guerras, terrorismo, pero lleno de recursos humanos y espirituales.
El enfermo, en estado vegetativo, en espera de recuperarse o del final natural, tiene por tanto derecho a una asistencia sanitaria básica (alimentación, hidratación, higiene, calefacción, etc.), y a la prevención de las complicaciones ligadas a su estado.
Nuestros hermanos y hermanas que se encuentran en la condición clínica de “estado vegetativo” conservan toda su dignidad humana. La mirada amorosa de Dios Padre sigue posándose sobre ellos, reconociéndoles como hijos suyos, particularmente necesitados de asistencia.
La falta de «calidad de la vida» no constituye un motivo para provocar la muerte a una persona, por el contrario, debe llevar a una obra de ayuda y asistencia amorosa a quienes rodean al enfermo.
Madre de Cristo, que se revele una vez más, en la historia del mundo, la infinita potencia salvadora de la Redención: ¡potencia del Amor misericordioso! ¡Que éste detenga el mal! ¡Que transforme las conciencias! ¡Que en tu corazón Inmaculado se revele para todos la luz de la esperanza!
Contemplemos a Cristo crucificado que ha redimido a la humanidad, cumpliendo hasta el final la voluntad del Padre. En el Calvario, en los últimos instantes de vida, Jesús nos confió a María como Madre y nos entregó a ella como hijos.
En este tiempo amenazado por la violencia, por el odio y por la guerra, testimoniad que Él y sólo Él puede dar la verdadera paz al corazón del hombre, a las familias y a los pueblos de la tierra. Esforzaos por buscar y promover la paz, la justicia y la fraternidad. Y no olvidéis la palabra del Evangelio: «Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mt 5,9).
Con María, la sierva del Señor, descubriréis la alegría y la fecundidad de la vida oculta. Con Ella, la discípula del Maestro, seguiréis a Jesús por las calles de Palestina, convirtiéndoos en testigos de su predicación y de sus milagros. Con Ella, Madre dolorosa, acompañaréis a Jesús en su pasión y muerte. Con Ella, Virgen de la esperanza, acogeréis el anuncio gozoso de la Pascua y el don inestimable del Espíritu Santo.
María es Madre de la divina gracia, porque es Madre del Autor de la gracia. ¡Entregaos a Ella con plena confianza!.
Pero sabed que en los momentos difíciles, que no faltan en la vida de cada uno, no estáis solos: como a Juan al pie de la Cruz, Jesús os entrega también a vosotros su Madre, para que os conforte con su ternura.
En la Cruz, el Hijo puede derramar su sufrimiento en el corazón de la Madre. Todo hijo que sufre siente esta necesidad.
La Anunciación marca el inicio, la Cruz señala el cumplimiento. En la Anunciación, María dona en su seno la naturaleza humana al Hijo de Dios; al pie de la Cruz, en Juan, acoge en su corazón la humanidad entera. Madre de Dios desde el primer instante de la Encarnación, Ella se convierte en Madre de los hombres en los últimos instantes de la vida de su Hijo Jesús.
La estrecha relación entre fe y salvación, que Jesús puso de relieve durante su vida pública (cf. Mc 5, 34; 10, 52; etc.), nos ayuda a comprender también el papel fundamental que la fe de María ha desempeñado y sigue desempeñando en la salvación del género humano.
El acto de fe de María nos recuerda la fe de Abraham, que al comienzo de la antigua alianza creyó en Dios, y se convirtió así en padre de una descendencia numerosa.
María, asociada a la victoria de Cristo sobre el pecado de nuestros primeros padres, aparece como la verdadera «madre de los vivientes» (ib.). Su maternidad, aceptada libremente por obediencia al designio divino, se convierte en fuente de vida para la humanidad entera
Para María, la entrega a la persona y a la obra de Jesús significa la unión íntima con su Hijo, el compromiso materno de cuidar de su crecimiento humano y la cooperación en su obra de salvación.
A María se la proclama la primera discípula de su Hijo (cf. ib.) y, con su ejemplo, invita a todos los creyentes a responder generosamente a la gracia del Señor.
Dios pone el destino de todos en las manos de una joven. El «sí» de María es la premisa para que se realice el designio que Dios, en su amor, trazó para la salvación del mundo.
La oración, el estudio, la vida comunitaria, bien armonizados en el proyecto formativo y vividos con fidelidad y generosidad en la existencia concreta de vuestro Seminario, son los caminos por los que el Señor esculpe en vosotros, día tras día, la imagen de Cristo, Buen Pastor.
Sólo en una familia auténtica, unida duraderamente y amorosa, los hijos pueden alcanzar la sana madurez, sacando ejemplo de amor gratuito, de fidelidad, de entrega recíproca y de respeto por la vida.
La solemnidad de San José, exhorta a las familias de hoy, confortadas por el ejemplo de María y José, quienes con amor atendieron al Verbo encarnado, a inspirarse en su estilo de vida para tomar las decisiones cotidianas de vida y las fuerzas para superar las dificultades.
Ser “testigo de Cristo” en palabras y obras es una responsabilidad que comparten todos los bautizados y que implica diferentes condiciones.
La difusión de ideologías en los diferentes campos de la sociedad llama a los cristianos a un nuevo salto de calidad en el campo intelectual para proponer reflexiones vigorosas que presenten a las jóvenes generaciones la verdad sobre el hombre y sobre Dios, invitándoles a profundizar en una comprensión de la fe cada vez más aguda.
Más allá de las crisis de civilización, de los relativismos filosóficos y morales, los pastores y los fieles deben tener en cuenta los interrogantes y las aspiraciones esenciales de los seres humanos de nuestro tiempo, para dialogar con las personas y los pueblos y proponer el mensaje evangélico y la persona de Cristo Redentor
Dios omnipotente y misericordioso, no te puede comprender quien siembra discordia, no te puede acoger quien ama la violencia, mira nuestra dolorosa condición humana, probada por crueles actos de terror y de muerte, consuela a tus hijos y abre nuestros corazones a la esperanza para que nuestra época pueda conocer días de serenidad y paz.
En la resurrección de Cristo está la certeza de la vida eterna.
Redescubrir el valor de la Cruz de Cristo para hacer de ella el centro inspirador de la propia vida: esta es la característica fundamental de su espiritualidad.
Anunciar a Cristo es hacer experimentar a cada uno, pero especialmente a quien sufre de pobreza espiritual y material, la ternura y la misericordia divina.
Que el camino cuaresmal que estamos recorriendo os lleve, queridos jóvenes, a una fe en Cristo cada vez más consciente; aumente en vosotros, queridos enfermos, la esperanza en Cristo crucificado que nos apoya en la prueba; os ayude a vosotros, queridos recién casados, a hacer de vuestra vida familia una misión de amor fiel y generoso.
La violencia no tiene la última palabra. La respuesta del creyente es el perdón y la paz.
Los líderes, incluidos los de la esfera comercial, tienen el desafío de testimoniar el poder liberador y transformador de la verdad cristiana, que nos inspira a poner nuestros talentos, nuestras capacidades intelectuales, nuestras posibilidades persuasivas, nuestra experiencia y nuestras habilidades al servicio de Dios, de nuestro prójimo, y del bien común de la familia humana.
Una sana globalización, llevada a cabo en el respeto de los valores de las diferentes naciones y grupos étnicos, puede contribuir significativamente a la unidad de la familia humana y puede permitir formas de cooperación que no son sólo económicas sino también sociales y culturales.
Dios se sirve de la amistad humana para llevar los corazones al manantial de la caridad divina . Sentíos responsables de la evangelización de vuestros amigos y de todos los de vuestra edad.
Amar no es sólo un sentimiento; es un acto de voluntad que consiste en preferir de manera constante el bien del otro al bien propio.

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