Los discípulos de Cristo tenemos que tener siempre presente, que el Señor va a respetar nuestro carácter y nuestra vocación, pero ha de ser Él quien fije los procedimientos y canalice nuestra voluntad y energías, en orden al propósito que ha dispuesto para cada uno de nosotros.
Hemos recibido de Dios espíritu de fortaleza, de amor y de sobriedad (2 Tim 1:7). Hemos sido invitados a seguir los pasos de Cristo, por nuestro propio Padre (Juan 6:44), pero no es hasta que nos encontramos con Jesús; que lo conocemos; que nos vamos dando cuenta de su forma de pensar y de actuar; recién entonces, podemos encauzar nuestra necesidad de servir.
Tomemos por ejemplo el discipulado del apóstol Pedro.
Pedro había recibido el carácter de un líder, su ímpetu, su fervor, su dolor por la injusticia de ver a su pueblo sometido bajo el imperio romano.
Eligió ser un agente de cambio, un revolucionario, razón por la cual, antes de convertirse a Cristo, era parte del partido político de los zelotes o celotas, al que también pertenecía Judas. Aunque con finales distintos, mientras Pedro alcanzó el resultado que buscaba aprendiendo que el fin no justifica los medios, el pobre Judas puso por delante los medios y se olvidó del fin buscado.
Probablemente Pedro, no conocía del todo la escritura y nunca había escuchado del profeta Zacarías ¡No por el poder ni por la fuerza, sino por mi espíritu...! -dice el Señor de los ejércitos. Zac 4:6 Pero Jesús se lo hizo aprender, porque Él conoce a los que escoge y no nos abandona hasta haber terminado con la obra que empezó en nuestras vidas (Filip. 1:6)
Repasemos algunas de las lecciones que tuvo que tomar Pedro, que seguramente, serán de aplicación en nuestra vida:
1. Aprendió que con la mirada puesta en Jesús lo que parece imposible es realizable, pero que separados de Él, nada podemos hacer. Caminó sobre las aguas hasta que se hundió. (Mateo 14:25-31)
2. Aprendió que puede haber muchos discursos y buenas intenciones, pero solamente Cristo tiene palabras de vida eterna y separado de Él, se las perdería (Juan 6:68)
3. Aprendió que la revelación más trascendente de su vida no la encontró en sus ideales sino que la recibió del Espíritu Santo (Mateo 16:13-19)
4. Aprendió que lo que se expresa en el fervor no siempre se sostiene en los hechos. Se atrevió a proclamar que seguiría al Maestro hasta la cárcel y la muerte y luego lo negó tres veces. (Lucas 22:33-34)
5. Aprendió que las cuentas no las tenía que cobrar él sino que había que dejárselas a Cristo, que siete veces perdonar no era suficiente. (Mateo 18:21-22)
6. Aprendió que el que no es capaz de hacer el servicio más humilde – como lavarle los pies a un inferior – no puede ser parte de la revolución cristiana. (Juan 13:6-9)
7. Aprendió que aunque el espíritu sea fuerte, la carne es débil – cuando se quedó dormido en Getsemaní – (Marcos 14:32-38)
8. Aprendió que por la espada no solamente, no se alcanzan los objetivos de Cristo, sino que se logra el efecto contrario (Juan 18:10-11)
9. Aprendió que el instigador puede usar los pensamientos y los ideales de los hombres , por más justos que estos sean, para ir en contra de los pensamientos de Dios (Marcos 8:33)
10. Aprendió que aunque el pago de los impuestos era injusticia y tiranía, había que hacerlo, si con eso se evitaba generar escándalo en los demás, y que Dios proveería a esos efectos. (Mateo 17:25-27)
11. Cuando hubo aprendido todo esto el Señor le demostró que el amor a Cristo todo lo transforma y lo mandó a apacentar (Juan 21:15-17)
Aprendamos nosotros también estas lecciones. La multiplicidad de tareas y ocupaciones en las que nos metemos, nos obligan a aprovechar muy bien el escaso tiempo que reservamos para caminar junto al Señor.
Al mismo tiempo que vamos recorriendo el Camino, nuestra personalidad debe ir transformándose a lo que Cristo espera de nosotros.
Si ponemos las manos en el arado y miramos hacia atrás, si seguimos aferrados a nuestra vieja manera de pensar y de actuar, si nuestro espíritu y nuestra mente no evolucionan en forma conjunta, estaremos desaprovechando este tiempo y todo se nos hará más costoso a la vez que seremos menos eficientes.
Recordemos lo que el apóstol Pablo nos enseña: Todo lo que puedan decir o realizar, háganlo siempre en nombre del Señor Jesús, dando gracias por él a Dios Padre.Col 3:17 y recordemos que el propio Jesús nos enseñó: ‘el que quiera ser mi discípulo que antes renuncie a sí mismo’. Lucas 9:23
(fuente: http://comunidadreydereyes.blogspot.com)
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