5 ene 2012

Epifanía, tiempo de luz: una meditación de Ángel Moreno de Buenafuente


Si no deseas perecer como vagabundo por haber perdido las referencias y la dirección del camino.
Si no deseas ser indigente, menesteroso de amor y de paz profunda.
Si no quieres que te invada el sentimiento de vacío y de ausencia.
Acoge la luz de la Palabra de Dios que viene en tu ayuda y se convierte en horizonte de sentido.
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Contempla el resplandor que nace de lo alto, déjale que inunde tu corazón.
Pronuncia el nombre de quien sabes que te ama: ¡Jesús!
Adora, a quien se te muestra en brazos de su Madre, y se deja querer por los humanos, mas es Dios
El nombre de Jesús es el único que nos trae la salvación definitiva. Él se ha hecho uno de nosotros.
Él quiere habitar en nuestro mismo interior y sentarse a la misma mesa de nuestra existencia.
Hoy, gracias a la naturaleza humana del Hijo de Dios, también nosotros podemos entrar en el misterio de la divinidad. Por el nacido en Belén llevamos la semejanza del Hijo de María. Somos resplandor de la gloria de Dios.
Tú puedes ser luz, y estrella, referencia e indicación de la dirección acertada, la que conduce a los brazos de María, como lo hicieron los Magos.
“Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre” (Hb 13, 8). Él se prolonga en la maravilla de la creación, fruto de su Palabra, en cada rostro humano, sacramento de su humanidad, en los que lo invocan reunidos en su nombre, y con su presencia invisible, en la Eucaristía, pan partido y lema de vida.
Hoy resplandece para todo los pueblos la salvación de Dios.

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